Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana
Vol. 02 2008. ISSN 2344-9918
Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina
Artículos

APORTES PARA EL ANÁLISIS DE LA CONFIGURACIÓN DEL ESPACIO COLONIAL TEMPRANO DE VALLE FÉRTIL, SAN JUAN

CONTRIBUTIONS TO THE ANALYSIS OF THE CONFIGURATION OF THE EARLY COLONIAL SPACE OF VALLE FÉRTIL, SAN JUAN

CONTRIBUTOS PARA A ANÁLISE DA CONFIGURAÇÃO DO ESPAÇO COLONIAL PRIMITIVO DE VALLE FÉRTIL, SAN JUAN

Pablo Cahiza
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo
Jorge García Llorca
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo
Juan Pablo Aguilar
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo
Cómo citar este artículo:
Cahiza, P., García Llorca, J., & Aguilar, J. P. (2008). Aportes para el análisis de la configuración del espacio colonial temprano de Valle Fértil, San Juan. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, 2, 79–114. Buenos Aires
RESUMEN:

En este trabajo se analiza el sitio Usno1, Valle Fértil (siglos XV-XVII d.C.). Se presenta su registro, perteneciente a la sociedad formativa tardía y colonial temprana del sector oriental de la provincia de San Juan. Se abordan los antecedentes y el estado actual de la investigación a partir de estudios cerámicos y zooarqueológicos. Los resultados muestran evidencia de cambios tanto de aspectos tecnológicos como en las pautas de consumo de alimentos de origen animal luego de la conquista europea y la continuidad ocupacional de las poblaciones indígenas en algunas zonas del paisaje vallisto. Se integran los datos de Usno 1 a un modelo de aproximación arqueológica de tipo regional para explicar una propuesta sobre la dinámica espacial de las sociedades tardías de Valle Fértil. Se articulan y discuten resultados arqueológicos con las investigaciones de fuentes históricas.

Palabras clave:
arqueología, dinámica espacial, sociedades tardías, Provincia de San Juan
ABSTRACT:

This paper analyses relevant information obtained at Usno 1 site, Valle Fértil, San Juan (siglos XV-XVII d.C.). Its record belongs to later formative and early colonial societies of Eastern San Juan region. Antecedents and present results in pottery and archeofaunal remains studies are approached. They show evidence of changes in technological aspects, as in patterns of animal consumption after the European conquest. It also shows the occupational continuity of indigenous populations in some landscapes of the vallisto region. Data from Usno 1 were integrated in a regional archaeological model aiming to explain the spatial dynamics of the late Valle Fértil’s societies. Archaeological results and historical sources approaches were also articulated and discussed.

Keywords:
archaeology, spatial dynamics, late Valle Fértil’s societies, San Juan province
RESUMO:

Neste trabalho se analisa o sítio arquelógico Usno1, Vale Fértil (s. XV-XVII d.C.). Apresenta-se seu registo como pertencente à sociedade formativa tardia e colonial precoce do setor oriental da província de San Juan. Abordam-se os antecedentes e o estado atual da investigação a partir de estudos cerâmicos e zooarqueológicos. Os resultados mostram evidência de mudanças tanto de aspectos tecnológicos como nas pautas de consumo de alimentos de origem animal depois da conquista européia, durante a expansão ocupacional das populações indígenas em algumas zonas do vale. Os dados de Usno 1 integram-se a um modelo de aproximação arqueológica do tipo regional para explicar uma proposta sobre a dinâmica espacial das sociedades tardias do Vale Fértil. Articulam-se e discutem resultados arqueológicos com as investigações de fontes históricas.

Palavras-chave:
arqueologia, dinâmica espacial, sociedades tardias, província de San Juan
Recibido:
marzo de 2008
Aceptado:
julio de 2008

INTRODUCCIÓN

Nuestro objetivo es abordar los cambios y continuidades de la ocupación indígena tardía y colonial temprana de Valle Fértil, San Juan. Para ello presentamos los resultados del sitio Usno 1, en el piedemonte oriental de la Sierra de Valle Fértil.

Las comunidades tardías de Valle Fértil (siglos XII – XVI d.C.) tenían escasa diferenciación social y pueden ser englobadas bajo la denominación de sociedades del Formativo (Olivera 2001). Poseían una estrategia económica productora de baja escala o intensidad, sin demasiada infraestructura agrícola e hidráulica y bajo excedente. Este modelo se complementa con el importante aporte de la caza -camélidos, edentados, y aves- y recolección -frutos y huevos-. (Cahiza 2007a, 2007b, 2008).

Valle Fértil se localiza en el sector oriental de la provincia de San Juan en el límite con los llanos de La Rioja. El área integra la provincia fitogeográfica del Chaco en su distrito árido. Con un promedio cercano a los 400 mm anuales de precipitaciones, es el sector extracordillerano más húmedo de San Juan. El paisaje está compuesto por elementos montañosos (las Sierras de Valle Fértil y La Huerta), de bolsones, valles y quebradas (en sectores internos de la sierra de Valle Fértil), el piedemonte oriental de la sierra y la planicie o llanos, también al este del área

ANTECEDENTES

El análisis de la información proveniente de la documentación colonial ha dado lugar a planteos contradictorios sobre la adscripción étnica de las poblaciones que habitaban el territorio de Valle Fértil a la llegada de los conquistadores europeos, en el siglo XVI (Cahiza 2007c). Estos planteos giraron entre la definición de una entidad étnica integrada al antiguo grupo HuarpeComechingón, los olongastas, con relaciones culturales orientadas hacia los llanos de La Rioja y zonas limítrofes de las Sierras Centrales (Canals Frau 1940, 1944, 1950) o su inclusión en la macroetnía diaguita, específicamente al grupo yacampi, más relacionado con los sectores andinos de San Juan y La Rioja (Ardissone y Grondona 1953; Michieli 1983, 1994a, 1996).

Algunos estudios coinciden en presentar a Valle Fértil como un sector marginal de la jurisdicción de San Juan de la Frontera, orientada a la producción ganadera extensiva a partir de un sistema de estancias instalado en el piedemonte de la Sierra, Las Tumanas y La Yoca, y en sectores de secano en los llanos del noreste, como Aguango (La Rioja) (Ardissone y Grondona 1953, Michieli 1994 b). Incluso se pudo determinar que algunos pequeños grupos estaban dedicados a oficios de “vaquero” y “carpintero” (Michieli 1994b). La presencia hispano criolla no parece haber sido demasiado numerosa ni persistente a juzgar por la frustrada fundación de la Villa de San Ramón entre 1606-1608 (Academia Nacional de la Historia 1945:361), por la tardía fundación de San Agustín de Valle Fértil a fines del siglo XVIII y por el escaso patrimonio de las haciendas (Michieli 1994b, 2004).

Por otra parte, los datos generados a partir de fuentes arqueológicas son más escasos aún. Canals Frau (1944, 1950) apoyó su postura de la identidad Olongasta de las etnías de Valle Fértil, junto a otros argumentos históricos, por la ausencia de cerámica, tipo de prácticas funerarias, arquitectura residencial y agrícola de los pobladores de la vecina área diaguita. En tanto, Ardissone y Grondona (1953) focalizaron su trabajo de campo en Valle Fértil, en la localización y descripción de sitios con representaciones rupestres y sitios de actividades específicas de molienda.

Al igual que para el caso del NOA (Haber 1999; Haber y Lema 2006), en San Juan el estudio arqueológico del periodo hispano-indígena y colonial ha deparado un escasísimo o nulo interés. Las interpretaciones antropológicas e históricas generales de la provincia (Gambier 2000) han estado fuertemente influidas por marcos inductivos en los que el cambio y la evolución estaban identificados con rupturas y saltos, generalmente migratorios, que impedían cualquier abordaje que tuviese en cuenta la continuidad de los procesos sociales (Jofré 2007).

Nuestro acercamiento incluyó un diseño de prospección pedestre con el objeto de relevar los loci de actividad y poder ubicarlos en relación con su contexto ambiental. El área de investigación abarca la franja longitudinal serrana de 85 km (del Valle Fértil y de la Huerta) entre las localidades de La Yoca y Chucuma (Figura 1). A partir de este planteo identificamos 68 sitios arqueológicos. Estas tareas sirvieron para definir cinco sectores donde la densidad de sitios arqueológicos residenciales son mayores: en los conos aluvionales de los ríos Usno, del Valle, de Las Tumanas y Chucuma, en el piedemonte de la Sierra de Valle Fértil; y en el cono del río Las Juntas en un valle interno de la Sierra. En esas zonas se encuentran la presencia asociada de sitios de asentamiento, morteros colectivos, talleres de procesamiento de materias primas líticas y sitios con grabados rupestres y las actuales de poblaciones Usno, San Agustín, Las Tumanas, Astica y Chucuma. (Cahiza 2007a). Estos resultados fundamentan la definición de un patrón de asentamiento de las poblaciones tardías basado en la ocupación de sectores de piedemonte o de valles internos de la sierra con acceso a los recursos hídricos y suelos aptos para su uso agrícola. Por último, articulamos los trabajos de prospección regional con la excavación de diversos sitios del piedemonte. En esta oportunidad presentamos los resultados del sitio denominado Usno 1.

Figura 1: Mapa de localización de Usno 1, Valle Fértil, San Juan
Figura 1: Mapa de localización de Usno 1, Valle Fértil, San Juan

EL SITIO USNO 1

Está localizado en el piedemonte de la sierra de Valle Fértil, al sur de la localidad de Usno, 10km al norte de San Agustín (30º 34’ 31,4’’ Lat. Sur, 67º 32’ 31,0’’ Long. Oeste). Se encuentra en la propiedad del Museo Piedras del Mundo (MPM), dirigido por Osvaldo y Gabriel Merenda. Se trata de un sitio residencial multipropósito al aire libre. El sitio está compuesto por 10 concentraciones de materiales superficiales en sectores levemente sobreelevados que denominamos montículos. Su superficie es de 2.294 m², marcada fundamentalmente por la dispersión de materiales y rasgos arqueológicos. La excavación involucró cuatro concentraciones y abarcó un total de 26 m². Nuestro trabajo se centró en la excavación de unidades de muestreo en los denominados montículos 1, 2, 5 y 7, en tanto en el montículo 6 los propietarios del terreno habían realizado una intervención no sistemática.

A partir de estas actividades determinamos la presencia de cuatro unidades estratigráficas (dibujo de perfil de montículo 1, Figura 2). Sin embargo no logramos distinguir diferencias a nivel de ocupación. Por ello, sólo delimitamos los componentes presentes en el sitio a partir de la clasificación de los materiales cerámicos y de los elementos óseos, identificando tres momentos en el sitio, dos de registro claramente prehispánico (tardíos), y el restante perteneciente a poblaciones indígenas en tiempos de la Colonia. Hemos diferenciado estos componentes de acuerdo a su posición estratigráfica relativa, las características del material cerámico, la fauna consumida y su datación por termoluminiscencia. Esta secuencia fue confirmada con los datos y cronología C14 de nuestras excavaciones en el Alero las Tumanas –LT1- (Aguilar e Iniesta 2007; Cahiza 2007a, 2007b):

Figura 2: Plano de Usno1. Planta y perfil estratigráfico de montículo 1 (M1)
Figura 2: Plano de Usno1. Planta y perfil estratigráfico de montículo 1 (M1)

Análisis del conjunto cerámico

El conjunto cerámico registrado en las tareas de excavación está integrado por 1.367 fragmentos (5.143,9 gr); predominan los tiestos con pastas oxidantes de color naranja y marrón (75,3% de los fragmentos y 83,8% del peso) en tanto la alfarería cocida en atmósfera reductora concentra el 23,7% de los fragmentos y el 14,9% del peso. La fragmentación del material es elevada, lo que se manifiesta en la razón peso /fragmento de 3,76 gramos. Sin embargo esta fragmentación no es homogénea, ya sea desde el punto de vista de la distribución -siendo más notable en M7 (2,96 g/fragmento) y en M1 (3,76 g/fragmento)- o desde la tecnología, siendo mayor en las cerámicas de pastas oxidantes (5,7 naranjas y 2,9 marrones) que en las de pastas grises (2,4).

La alta fragmentación de la muestra nos ha permitido reconocer morfología sólo en pocos casos. Para poder abarcar todo el conjunto trabajamos con la frecuencia de los espesores de los fragmentos y con la razón peso - fragmento. En ese sentido, los resultados del análisis muestran una menor fragmentación y mayor tamaño de las piezas en el grupo de alfarerías de pastas naranjas y marrones (5,7 g - 5,7 mm y 2,9 g - 5 mm) -asociadas fundamentalmente con el segundo componente formativo y con el componente colonial- respecto a aquellas de pastas grises (2,4 g y 4,6mm), más relacionado con el componente de cerámicas incisas.

Componente de cerámica incisa

El conjunto de cerámicas con decoración incisa está compuesto por 13 fragmentos, la mayoría de ellos de escaso tamaño. A pesar de ello pudimos distinguir un patrón decorativo basado en la configuración de espacios en zigzag a partir de grupos de 4 a 7 líneas paralelas o subparalelas de finas incisiones en la pasta (Figura 3a, 3b y 3c). Este tipo de decoración se ha presentado mayoritariamente en sectores cercanos a los bordes de vasijas de forma cerrada, especialmente en ollas globulares de cuello corto y poco evertido y en pequeños cuencos o bowls.

Figura 3: Conjunto cerámico componente inciso
Figura 3: Conjunto cerámico componente inciso

También observamos algunos ejemplares con este tipo de tratamiento superficial en la colección del Museo Piedras del Mundo (MPM). Hemos relevado conjuntos con los mismos patrones estilísticos en otros sectores de Valle Fértil, tanto a partir de excavaciones (Usno 2, Las Tumanas 1, Las Tumanas 2) (Cahiza 2007a) como en observaciones de prospección en el área de La Majadita- El Portezuelo. Su dispersión es regional y su datación es homogénea, ya que al fechado de Usno 1 podríamos agregar la datación por C14 del abrigo rocoso Las Tumanas 1: Beta-222619 (años AP) 510 ± 40, (años Cal DC) 1320 a 1340 y (años Cal DC) 1390 a 1440. En este sitio, además de confirmar su presencia en momentos tardíos pudimos claramente diferenciarla del componente de cerámicas con decoración pintada e incisa pintada. Además, se la asoció con grupos con estrategias económicas formativas, con consumo de productos agrícolas, artefactos de hueso, consumo preferencial de microfauna sobre mamíferos de mayor porte (Aguilar e Iniesta 2007; Cahiza 2007a).

También la encontramos en el sitio monocomponente Las Tumanas 2, asociado a sitios de actividades especializadas, tales como la molienda (Cahiza 2007a). Agregamos a este conjunto la presencia de 5 fragmentos (pertenecientes a una misma vasija) de pasta gris con acabado corrugado a la que asignamos funcionalidad de cocción de alimentos (Figura 3d). No hemos encontrado relación de este conjunto con otros estilos decorativos con incisiones similares de áreas vecinas tales como Aguada inciso o Calingasta (Gambier 2000) y Agrelo (Canals Frau y Semper 1956; Bárcena 2001). La ausencia de trabajos para el sur de La Rioja nos ha impedido integrar su registro en la comparación regional.

Componente de cerámica pintada y mixta

En este segundo componente prestamos especial atención al conjunto integrado por cerámica con tratamiento superficial pintado rojo (n=29); pintado e inciso (2); engobe rojo (43) y pulido (5) y algunos ejemplares de la colección del MPM (Figura 4 a-f). La muestra de fragmentos con decoración mixta incisa y pintada está compuesta por dos fragmentos pequeños sobre pasta de color gris (Figura 4g) y naranja (Figura 4h).

Figura 4: Conjunto cerámico componente pintado y mixto
Figura 4: Conjunto cerámico componente pintado y mixto

Como dijimos anteriormente, el motivo predominante es el geométrico, especialmente el compuesto por bandas paralelas verticales o inclinadas en color rojo sobre la pasta naranja alisada (Figura 4d, 4e). Sólo un caso fue realizado sobre pasta gris también alisada (Figura 4f). Otro grupo es integrado por fragmentos con engobe rojo, a veces pulido (c). En base a dos tiestos de este tipo se confeccionaron fichas circulares, pertenecientes al evento ocupacional colonial del sitio (Figura 5d).

Figura 5: Conjunto cerámico (componente colonial)
Figura 5: Conjunto cerámico (componente colonial)

Siguiendo inicialmente a aquellos planteos que definían a las poblaciones del área como los históricos yacampis, esperábamos encontrar un registro material acorde al que aparentemente le pertenece en sectores andinos de la provincia de La Rioja y San Juan. En ese sentido, las expectativas desde el punto de vista del material cerámico era que halláramos alfarería Sanagasta (de la Fuente 1974) o Angualasto (Gambier 2000), tal como lo mencionan para la cercana área de Ischigualasto (Rolandi et al. 2003). Igual que en el caso del componente inciso la ausencia de trabajos para el sur riojano imposibilita su comparación. En este sentido, el registro de cerámicas con decoración pintada y mixta de Valle Fértil posee una identidad regional propia. Es interesante señalar que aunque lo pudimos identificar claramente en el sitio Las Tumanas 1 como un componente prehispánico y datado en (años AP) 330 ± 40, (años Cal DC) 1450 a 1650 (Beta-222618) (Cahiza 2007a), en Usno 1 aparece casi en forma contemporánea al registro colonial.

Componente de cerámica colonial

Hemos denominado Colonial al registro integrado por elementos hispanocriollo e indígena. En este marco podemos identificar algunas lozas del tipo mayólica (Lister y Lister 1976:57) (Figura 5c), cerámica vidriada de color verde y marrón pertenecientes a recipientes de tamaño pequeño (por ejemplo un lebrillo -Lister y Lister 1976:56- recuperado durante la excavación de los propietarios del MPM); cerámica de pasta color naranja, acabado superficial alisado, perteneciente a grandes recipientes -de espesores mayores a 10mm- y cerámica pintada rojo sobre engobe blanco.

Este último grupo fue particularmente interesante puesto que lo vinculamos con manufactura indígena, pero alejada de las tradiciones alfareras locales2. Se trata de sólo 2 fragmentos (a lo que deberíamos agregar dos más de la colección MPM) de recipientes abiertos, probablemente pucos o escudillas, con decoración en ambas caras: engobe rojo en la externa y pintura roja sobre engobe blanco en el interior. El patrón decorativo está integrado por elementos geométricos tales como líneas rectas paralelas y espiralados (Figura 5a y 5b).

También identificamos en la estructura de combustión de M1 una ficha o tejo en material cerámico aparentemente de origen local (confección manual y engobe rojo en una cara) de 3,7 cm de diámetro y 4 mm de espesor. En la excavación realizada por los propietarios del terreno también fueron rescatados dos de estos ejemplares, uno sobre cerámica local y otro sobre cerámica vidriada de color verde y medidas similares a las descriptas para nuestro caso (Figura 5c y 5d). Recientemente pudimos observar un ejemplar realizado sobre mayólica procedente de las Ruinas de Las Tumanas (Colección Miguel Zárate). Aunque de funcionalidad desconocida (actividades lúdicas o contables) su identificación ha sido realizada en sitios históricos rurales -misiones jesuíticas guaraníticas (Rizzo 1999)- y urbanos -Santo Domingo, Ciudad de Mendoza (Bárcena, comunicación personal).

Análisis del conjunto óseo

Sobre la base de los instrumentos metodológicos frecuentes en el análisis zooarqueológico, observamos la abundancia taxonómica y relativa de partes anatómicas, así como su cuantificación; analizamos las modificaciones producidas por agentes naturales y huellas antrópicas que nos permitieran establecer posibles patrones de trozado (Grayson 1979, 1984; Mengoni Goñalons 1988, 1999; Lyman 1994a, 1994b, entre otros). Estas indagaciones se hicieron solo con los especímenes de Bos taurus, la única especie con cierta representatividad en el registro óseo3.

Identificamos otras especies, aunque su cuantía fue sensiblemente menor. Los restos óseos con mayores dificultades en el análisis los dispusimos en categorías creadas a tal fin. La clase Mammalia fue dividida en tres categorías, de acuerdo a los pesos correspondientes a especies vivientes actuales. En primer lugar “mamíferos grandes” (en adelante MG), fragmentos que se aproximan anatómicamente a la especie Bos taurus; “mamíferos medianos” [en adelante MM), equivalentes a ovicápridos y “mamíferos pequeños” (en adelante MP), similares a Lepus sp. y especies menores. La categoría “pequeños” (en adelante P) agrupa fragmentos que se corresponderían con un taxón de tamaño pequeño, sean mamíferos o aves. Completan el análisis los restos óseos “no identificados” (en adelante NI), en donde agrupamos astillas, fragmentos trabeculares sin posibilidad de identificación anatómica.

En la Tabla 1 se observan los datos globales de acuerdo al grado de identificación taxonómica. El análisis reflejó un nivel de fragmentación alto, que incidió en la identificación tanto anatómica como taxonómica. Un porcentaje elevado de los restos óseos que se muestran como NI, son pequeñas lascas o esquirlas de hueso, incluyendo algunas astillas, que es probable procedan de carcasas de animales de porte medio a grande. El montículo 1 es el que mayor cantidad de restos óseos exhibió (80% de la muestra) siendo, a su vez, Bos taurus la especie dominante. Éste es el único sector en donde esta especie se halla representada. A la vez, es alto el porcentaje de restos óseos que asignamos a MG.

Tabla 1. Identificación taxonómica del conjunto óseo en el sitio Usno 1
Tabla 1. Identificación taxonómica del conjunto óseo en el sitio Usno 1

Identificamos en el montículo 1 la mayor concentración en la estructura de combustión y su contorno más próximo (Figura 2). Se corresponde, principalmente con la cuadrícula C-1, y en menor medida con B-1, en los niveles b y c, reuniendo el 76% del total del montículo (en su excavación diferenciamos arbitrariamente cuatro niveles de diez centímetros de espesor -a, b, c y d- con el objeto de poseer un mayor control de la misma y para poder observar eventos de reutilización, limpieza, entre otros). Si tenemos en cuenta el peso, ese porcentaje alcanza el 91%. En el caso específico de Bos taurus, salvo un elemento, el resto se concentra en las cuadrículas B-1 y C-1. (Figura 6).

Figura 6: Relación porcentual del Peso, NISP y MNE en función de las cuadrículas (a) y niveles (b) excavados en M1, de los elementos identificados de la especie Bos taurus
Figura 6: Relación porcentual del Peso, NISP y MNE en función de las cuadrículas (a) y niveles (b) excavados en M1, de los elementos identificados de la especie Bos taurus

Con el objeto de analizar la posible articulación entre los distintos niveles, comparamos dos índices entre el peso y el NISP y entre el NISP y MNE; el valor porcentual de restos óseos con alteración térmica y elementos fusionados no fusionados, en los casos donde ello pudo determinarse. Si bien los datos son exiguos permitieron señalar una tendencia a un mismo comportamiento tafonómico entre los niveles b y c, tal como figuran en la Tabla 2 y Figura 7. De igual manera para Mamíferos grandes, el porcentaje de especímenes identificados en los niveles b y c, alcanza el 75% del total, siendo muy probable que el origen de esos restos óseos se corresponda con la especie Bos taurus.

Tabla 2. Índices, datos numéricos y porcentuales de los elementos identificados como Bos taurus en relación con los niveles de excavación
Tabla 2. Índices, datos numéricos y porcentuales de los elementos identificados como Bos taurus en relación con los niveles de excavación
Figura 7: Dispersión gráfica de los índices correspondientes a los niveles b y c -M1-, señalados en la Tabla 2
Figura 7: Dispersión gráfica de los índices correspondientes a los niveles b y c -M1-, señalados en la Tabla 2

En cuanto al perfil de las partes esqueletarias representadas por Bos taurus, se muestra en tabla 3, para un MNI igual a 2. En él se reflejan los datos NISP, MNE y MAU, con el porcentaje ajustado al máximo elemento del conjunto.

Tabla 3. Identificación de elementos de Bos taurus, teniendo en cuenta las medidas de abundancia taxonómica y de partes esqueletarias
Tabla 3. Identificación de elementos de Bos taurus, teniendo en cuenta las medidas de abundancia taxonómica y de partes esqueletarias

Al considerar el MAU, observamos una mayor incidencia de los huesos pertenecientes al esqueleto apendicular, en especial las extremidades, manos y pies. La presencia de algunos elementos del esqueleto axial reflejarían el uso de casi toda la carcasa, aunque la ausencia de otros nos lleva a buscar otra explicación. No hemos hallado niveles altos de meteorización en el conjunto óseo que pudieran estar explicando esa ausencia. No existe correlación entre el conjunto óseo de Bos taurus, con los índices de densidad de mineralización tomados del bisonte (Bison bison) (Kreutzer 1992, en Lyman 1994a:Tabla 7.6). Es posible que hubiera actividades de carroñeo por partes de carnívoros (especialmente zorros y felinos) incidiendo sobre restos de comida abandonados, aunque en este sentido, es difícil explicar la presencia de elementos apendiculares ricos en nutrientes. Otras causas, antrópicas en este caso, pueden incidir en ese perfil anatómico tales como tareas de limpieza o la utilización de los huesos descartados en los fogones, no obstante ello no explica la presencia de huesos apendiculares de particular tamaño. Podría asociarse este conjunto óseo a conductas selectivas dado que predominan partes anatómicas con altos rendimientos cárnicos como los miembros anteriores y posteriores de los vacunos, aunque la presencia de elementos de las extremidades se asocia con el consumo integral de la res. La presencia del esqueleto apendicular puede ser un indicador del transporte selectivo (para discusión y bibliografía ver Mengoni Goñalons 1999:2).

Las escasas huellas identificadas se refieren a cortes transversales, poco profundos, especialmente en costillas, pelvis, carpo-tarsos, falanges, entre otros, tanto en bovinos como en los huesos asignados a la clase Mammalia. El 59% de los restos óseos presentan alteración térmica. Si consideramos sólo los especímenes de Bos taurus, el porcentaje se eleva al 85%. Para MG y MM, alcanza el 60%. La intensidad de fragmentación medida por el cociente entre NISP/MNE (Grayson 1984) es muy alta. Para el esqueleto axial: 5,82 y para el esqueleto apendicular: 3,97.

Con respecto a la edad de los animales, fue posible determinar un húmero distal no fusionado, que nos indicaría un animal joven de no más de un año y medio. En otro caso la epífisis distal de tibia no fusionada, un animal de dos a dos años y medio. La epífisis proximal fusionada de fémur un animal de por lo menos tres años y medio. Un radio distal semifusionado y el calcáneo proximal no fusionado, apuntan a animales de tres años y medio a cuatro. Los metapodios distales, animales de entre dos y tres años por un lado y otros mayores a esa edad. Las falanges representan animales de más de un año y medio a dos años, a juzgar por las epífisis proximales fusionadas (Reitz y Wing 1999:Tabla 3.5). El análisis precedente corroboraría aproximadamente el MNI igual a 2, a favor de un animal joven, de uno a dos años y otro de más edad.

Completan la identificación taxonómica del Montículo 1, elementos pertenecientes a ovicápridos: fragmentos de mandíbula, radio y segunda falange. Algunos de ellos se hallan con alteración térmica y un fragmento distal de radio se encuentra sin fusionar. Identificamos también: Felis sp. de tamaño similar al gato doméstico, probablemente gato montés presente en la fauna autóctona (hemipelvis sin alteración térmica); el orden Rodentia con una vértebra cervical y un húmero, sin alteración térmica ni huellas (probablemente intrusitos). En lo que respecta a aves, un fragmento de axis, de mayor tamaño a Gallus gallus; otro de tibiotarso, radio y esternón de tamaño similar a Eudromia elegans. Con respecto a Dasypodidae, un elemento tibial y fragmentos de caparazón, con rasgos de alteración térmica, atestiguan su presencia en el contexto óseo de M1. Los restos óseos correspondientes al subconjunto No identificados (NI), representaron el 41% y casi el 10%, si consideramos el peso, siendo el cociente N/Peso (gr) igual a 0,56; datos que confirman el tamaño pequeño de esos restos.

El análisis de los montículos 2, 5 y 7 indicó bajos niveles de identificación, en contextos con alta incidencia de las alteraciones por fragmentación. Los porcentajes de huesos no identificados alcanzaron valores proporcionalmente más altos que en M1. En el caso de M2, el 67%, mientras que en M7 el 71%. En M2 identificamos una tibia de roedor y un tibiotarso de ave, similar al tamaño de Gallus gallus, ambos en estado fresco. Completamos la identificación con un fragmento sin alteración térmica de placas dérmicas de edentado. El resto se asignó a las distintas categorías en que dividimos la clase Mammalia, aunque es mayoritaria la presencia de mamíferos grandes.

Para la unidad M5 contabilizamos solamente ocho restos óseos. Un elemento como Rodentia, otro como Lepus sp, ambos sin alteración térmica. Otros dos correspondieron a mamíferos medianos y quemados. Uno a pequeños y tres sin identificar (dos de ellos con alteración térmica).

Comentario general sobre resultados del análisis del material óseo

La evidencia contextual de M1 señala la presencia predominante de la especie animal Bos taurus. Por otro lado, son escasas las marcas en huesos de alteraciones producidas por carnívoros, roedores, etc. Esto nos señalaría que el conjunto analizado presenta alta integridad (Binford 1981), y que el conjunto óseo -predominantemente vacuno- es resultado de la acción antrópica y que poco tiene que ver con otros agentes modeladores. Hemos observado que muchos huesos han sido afectados por procesos diagenéticos, y presentan una coloración particular, que cambia hacia el marrón-amarillo, con superficies erosionadas, picados (pitted), grabados (etched), producto de algún proceso de mineralización. Bromage indicó que los huesos remojados en ácido acético, disuelven los minerales de la superficie del hueso, en tanto que los canales y espacios vasculares interiores tienden a agrandarse (Bromage 1984, en Lyman 1994).

Otros factores que condicionan la presencia de los huesos son la presión de los sedimentos y el pisoteo que se perciben en el conjunto analizado. En varios casos pudimos remontar elementos no distinguibles en un primer momento y que se encontraban cercanos entre sí, dentro de la matriz sedimentaria (Lyman 1994). Estos síntomas son observables tanto en los huesos frescos como en los que han sufrido alteración térmica. Hemos podido comprobar a través del análisis que el conjunto analizado en el Montículo 1 responde a eventos de corta duración. Se ha utilizado gran parte de la carcasa de vacunos, aunque con mayor representatividad de elementos del esqueleto apendicular, en especial las extremidades.

VALLE FÉRTIL, SUS POBLADORES Y LA CONFIGURACIÓN DEL ESPACIO COLONIAL TEMPRANO

Las comunidades tardías de Valle Fértil poseían un patrón de asentamiento asociado a la ocupación de espacios en torno a los cursos hídricos y a los suelos de los conos aluviales de la Sierra de Valle Fértil y de La Huerta. Durante el periodo colonial algunas de esas áreas, especialmente en el piedemonte oriental de la sierra, servirán para la instalación de las estancias tales como las de Las Tumanas y La Yoca, y posteriormente para la fundación de la Villa (Cahiza 2007c).

En tanto, en Usno 1 -en el cono aluvional del río homónimo- observamos la continuidad representada en la presencia de los tres componentes ya descriptos. Esta situación nos lleva a proponer inicialmente la permanencia de grupos indígenas con ciertos grados de independencia en sectores donde las fuentes documentales no indican la influencia directa de las estancias españolas ni la rápida absorción, disminución y/o relocalización de las poblaciones locales en torno a las estancias, en este caso a la de las Tumanas.

Sin embargo, en la excavación del alero Las Tumanas 1 y de Las Tumanas 2 -ambos cercanos a las ruinas coloniales que se asignan a la estancia- no identificamos ninguna ocupación hispano-indígena, al igual que durante nuestras prospecciones en el área (Cahiza 2007a, 2007b, 2007c). Quizás esta ausencia de sitios similares a Usno 1, que representen ocupaciones indígenas en tiempos coloniales, se deba fundamentalmente a la disminución de la población local en sectores de explotación colonial directa o la migración de las mismas (quizás como forma de resistencia) a sectores donde la presencia hispano-criolla fuese menor.

En relación con la identidad de las poblaciones de Valle Fértil nuestros supuestos iniciales eran que los conjuntos artefactuales (especialmente la cerámica) ofrecería información comparable con la de otras áreas donde esa definición étnica es menos discutible o polémica. Recordemos que sobre la base de las más recientes interpretaciones del registro escrito se proponía que los pobladores del área eran yacampis (Michieli 1994a, 1996). Sin embargo, los conjuntos analizados de los componentes formativos del área (tanto de Usno 1, como de Usno 2, Las Tumanas 1 y 2 y del material de superficie observado durante nuestras prospecciones) no poseen relación aparente con tradiciones Angualasto y Sanagasta de los valles precordilleranos de La Rioja y del norte de San Juan de las sociedades del siglo XV, ni con las tradiciones más antiguas como Aguada, tal como lo adelantara Canals Frau para un área más general4.

También se ha utilizado la participación de individuos procedentes de Valle Fértil en rebeliones y alzamientos como evidencia de unidad étnica. Estos acontecimientos se producen cuando han transcurrido unos 70 años de las fundaciones de Mendoza y San Juan, tiempo suficiente para que las sociedades indígenas presentasen transformaciones respecto a sus realidades prehispánicas. En este sentido, se debería tener en cuenta la intencionalidad de la administración española cuyana en la construcción del relato oficial de la rebelión de 1632 en San Juan, especialmente en relación con el aporte que los vecinos debían hacer para abastecer la guerra del Arauco en Chile o a situaciones particulares como la integración de una encomienda como relata Canals Frau (1946); y seguramente también contribuyó la mutación de la categoría indio en estamento social y no solo étnico (Santamaría 1999; Poloni-Simard 2000).

Hemos propuesto anteriormente (Cahiza 2007a, 2007b) que los registros cerámicos con decoración geométrica incisa y pintada de Valle Fértil corresponden a trayectorias tecnológicas locales de sociedades formativas con estrategias económicas y organizaciones sociales diferentes de sus vecinos del norte, pero similares a las practicadas por los grupos tardíos englobados bajo el rótulo de grupo Huarpe Comechingón5. Esto parecería configurar a tales tradiciones como estilos emblemáticos. A pesar de la insistencia en este trabajo en presentar a los conjuntos cerámicos divididos en componentes basados en atributos morfotecnológicos, no es nuestro interés la construcción de una explicación cercana a modelos históricos culturales ni participar en la construcción de “taxonomías etnográficas” (Santamaría 2001), mas bien se trata de una etapa de investigación para un área de escasos antecedentes donde deberíamos diseñar una estructura histórica en la que podamos anclar procesos y desarrollos que deseamos seguir ampliando y profundizando.

En cuanto al acceso a bienes materiales, identificamos la incorporación de lozas y cerámicas vidriadas y detectamos una modificación en los hábitos de consumo de faunas, siendo los animales autóctonos reemplazados y/o complementados por especies europeas, especialmente bóvidos. Fenómeno generalizado que ha sido detectado para áreas cercanas de Sierras Centrales (Laguens 1997-1998) -dentro del dominio español- y sur de Cuyo (Gil et al. 2006), fuera del dominio colonial directo.

CONCLUSIONES

La historia colonial temprana del Valle Fértil está compuesta por fuentes documentales y materiales fragmentadas, de parches temporales cortos y discontinuos. Sin embargo, y a pesar de ello, el estudio del sitio Usno 1 nos dio la posibilidad de acercarnos a esta problemática y brindar algunos aportes a la comprensión de dicho período.

Por una parte, presentamos un caso donde se documenta la continuidad ocupacional de las poblaciones indígenas locales que incluyen eventos pre y posthispánicos. El análisis cerámico nos permitió plantear la presencia de tres componentes, dos de ellos de tradición tecnológica local. Por otra parte, a partir del estudio de los restos óseos de fauna postulamos la incorporación a la dieta indígena de especies introducidas tales como Bos taurus y la definición de un período corto de ocupación del sitio durante este evento colonial. La evidencia de Usno 1 parecería apoyar la idea de la existencia de grupos indígenas que mantienen cierto grado de autonomía durante los tiempos iniciales del sistema colonial en el este de San Juan. Un sistema que se caracterizaría por la instalación de estancias y una baja presencia hispano-criolla.

La integración de este registro a otro de tipo regional, en el que seguimos trabajando, nos posibilitó identificar la disonancia entre el registro material de Valle Fértil y su postulada pertenencia étnica a grupos yacampis. En cambio observamos una mayor congruencia con la asociación de estos grupos con los habitantes de los Llanos de La Rioja. Una definición mayor en torno a esta problemática será uno de los objetivos que trataremos de resolver en nuestros futuros trabajos del área.

NOTAS

1. Luego de nuestra intervención en el sitio estas actividades cesaron por completo, y el registro proveniente de esa excavación y el de las nuestras pasaron a formar parte de la colección arqueológica del Museo Piedras del Mundo (inscripto en AMuPri –Asociación de Museos Privados de San Juan).

2. En la ponencia de uno de los autores durante el XVI CNAA (Cahiza 2007c) la Dra. Tarragó opinó que el conjunto parecía poseer características similares al estilo Yocavil polícromo. Interesante propuesta que deberemos contrastar en el futuro ya que el escaso tamaño de la muestra nos impide confirmarlo en la actualidad, pero que podría llegar a mostrar la dinámica de las poblaciones indígenas durante el denominado periodo colonial.

3. Utilizamos colecciones propias (Laboratorio de Zooarqueología, Unidad de AntropologíaINCIHUSA), además de Guías osteológicas, como es el caso de Barone (1987, 1990).

4. En el sitio Puerta Quebrada de las Casas (área de amortiguación del Parque Provincial Ichigualasto, 60 km al norte de Usno) se identificaron conjuntos cerámicos pintados e incisos y otros rasgos (como las estructuras de piedras de colores) asociados por otros autores a la entidad Aguada, con un fechado por TL de 1315 ± 130 AP (690 DC) (Guráieb et al. 2007:532). Además en el resto de los sitios de superficie relevados del sector, se identificó cerámica pintada con características Angualasto (por pasta y por decoración). A pesar de la cercanía con Usno 1 no hemos detectado este tipo de conjuntos, que por potra parte eran similares a los “esperados” para una contrastación afirmativa de los grupos que en la bibliografía histórica presentan como Yacampis.

5. En las recientes VII Jornadas de investigación en Arqueología y Etnohistoria del Centro Oeste del País (Río IV, agosto de 2007) surgió un debate y acuerdo general sobre la diversidad de situaciones que se generalizan bajo estos rótulos, especialmente para el área de Sierras Centrales, situación que pensamos podrían extenderse al sur de La Rioja y este de San Juan.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se enmarca en los proyectos PIP 6365 CONICET: “Arqueología del Noreste de San Juan: Poblaciones locales y dominación Inka en Paso del Lámar y áreas de influencia” y PICT 14463 “Arqueología y etnohistoria incaica del Centro oeste argentino”, dirigidos por J. Roberto Bárcena. Participaron en los trabajos de campo los estudiantes de UNCuyo: Cecilia Frigolé, Carolina Ipolitti, Victoria Pisegheli, Sebastián Carosio, Gustavo Figueroa, Marcos Fourgeaux y Raúl Fortunato, a quienes agradecemos su esfuerzo. Al señor Intendente Ángel Carrizo y al Concejo Deliberativo de Valle Fértil por haber declarado de “interés departamental” nuestro trabajo (Ordenanza Nº 1090HCD-2004). Agradecemos también la hospitalidad e interés brindado por la familia Merenda, especialmente Osvaldo y Gabriel, propietarios del Museo Piedras del Mundo.

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COMENTARIO

Mg. Horacio Chiavazza
Facultad de Filosofía y Letras. UNCuyo y Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco (Argentina)Argentina

Luego de re-evaluar el trabajo de Pablo Cahiza, Jorge García y Pablo Aguilar observo que gran parte de los aspectos formales que corregí fueron tenidos en cuenta por los autores.

Sin embargo noto tres tópicos claves que hacen a la estructura interna del manuscrito que no han sido reconsiderados por los autores. En este caso les daré mis opiniones sintetizadas. Es evidente que los autores han decidido sostener, más allá de las observaciones que realicé, de modo invariable su posición. Por lo tanto, considero saludable que se publique, de aceptarlo en consejo editorial, y que en tal caso el debate surja posteriormente a la opinión sostenida en el mismo artículo.

1. Gran parte de las argumentaciones que corresponden a la interpretación del registro prehispánico (definido como “Formativo Tardío”) se basan en trabajos previos de algunos de los coautores de este. En ese caso observo que:

1.1. Ni en este, ni en los trabajos previos citados se muestran o analizan evidencias que permitan sostener empíricamente tal definición de desarrollo social y cultural.

1.2. No se explicita claramente en qué medida ese registro, interpretado como prehispánico y formativo varía respecto al que se define como histórico. Esto no queda claro fundamentalmente en las procedencias de los materiales, ya que los contextos no se muestran claramente en relación a sus posiciones estratigráficas ni tendencias cuantitativas (aunque se ofrezcan algunos datos numéricos como el peso de las muestras y cálculos sobre registro óseo que no son explicitamente utilizadas en las interpretaciones).

Concretamente en el enunciado de los autores que dice (el subrayado es mio):

“Las comunidades tardías de Valle Fértil (siglos XII – XVI d.C.) tenían escasa diferenciación social y pueden ser englobadas bajo la denominación de sociedades del Formativo. Poseían una estrategia económica productora de baja escala o intensidad, sin demasiada infraestructura agrícola e hidráulica y bajo excedente. Este modelo se complementa con el importante aporte de la caza –camélidos, edentados, y aves- y recolección –frutos y huevos- (Cahiza 2006; 2007a y b).”

Se propone la aceptación de un “modelo” con implicancias sociales, económicas y tecnológicas que de ninguna manera se han demostrado empíricamente ni en este ni en los trabajos que se citan como base.

2. El trabajo no abunda en argumentaciones teóricas ni tiene por objetivo hacerlo, sin embargo se dan enunciados por negación (en lo que no se quiere caer) que poseen implicancias teóricas. Proponen oponerse a corrientes histórico-culturales e inductivas predominantes en la arqueología de San Juan e incluso se referencian en enfoques que revisan esta situación desde posturas posprocesuales. Según tales referencias argumentan que en San Juan la arqueologia estuvo orientada:

“…por marcos inductivos en los que el cambio y la evolución estaban identificados con rupturas y saltos, generalmente migratorios, que impedían cualquier abordaje que tuviese en cuenta la continuidad de los procesos sociales (Jofré 2007).”

Este análisis, citado de Jofré (2007) puede ser correcto, sin embargo:

2.1. En su trabajo, Cahiza et al realizan observaciones tipológicas que se secuencian a partir de asociaciones de alcance regional y se incluyen en una periodización emanada desde, justamente, los propios tipos y dataciones radiocarbónicas (por lo que entiendo que se cae en posiciones tautológicas). Se describen tipos cerámicos, se agrupan como “conjuntos” y luego se periodifica sin especificar las sucesiones estratigráficas ni las asociaciones que existen entre tales “conjuntos”, sus representaciones cuantitativas en la cada nivel excavado y los grados de relación con los materiales zooarqueológicos analizados (los que se diferencian por conjuntos y sin mayores referencias a posibles secuenciaciones). Aspecto de consideración teniendo en cuenta por ejemplo que el sitio había sido impactado previamente por aficionados. Por otro lado se propone como camino metodológico superador a la prospección de la región, lo que sin duda es un acierto, pero los datos aportados corresponden a un sitio descubierto por coleccionistas previamente y no queda en claro como se integró en el plan de prospecciones de la región (por lo tanto queda sin explicar arqueológicamente la espacialidad colonial).

2.2. Asociado a lo metodológico pero volviendo desde lo teórico, los autores no plantean un claro concepto de “espacio colonial”, ¿se trabaja desde la criticada inducción entonces?. Aún cuando se argumenta que el análisis busca entender la “dinámica espacial de las sociedades tardías” (ver en el resumen) más allá de enunciar hallazgos de materiales de tipo colonial o con un origen biológico europeo (fauna) por contraste con los autóctonos, no queda claro como se integran, fuera del sitio, en la propuesta de espacios con relativa autonomía planteados en las conclusiones (¿ausencia o presencia de materiales supone una autonomía?, y en caso afirmativo ¿por qué?). Por otro lado, en esas mismas conclusiones se observa un claro y programado interés por descubrir la correlación étnica con tipologías, desde una agenda que no aclara como avanza más allá del interés intrínseco de este tipo de trabajos dentro de la escuela histórico cultural.

3. Por último, desde lo formal, no considero adecuado que se abuse en la transcripción textual de párrafos enteros de otros trabajos ya publicados (sin hacerlo siquiera de modo destacado), puesto que en ese caso se puede cuestionar la originalidad solicitada.

Estos comentarios en definitiva me hacen considerar que el trabajo debería aceptarse para su publicación y que es, en consecuencia, el sostenimiento de las posiciones por parte de los autores lo que deberá tenerse en cuenta, más allá de los comentarios que realicé en la primera evaluación y que sostengo en esta revisión.

RESPUESTA

Dr.Pablo Cahiza,
Lic.Jorge García Llorca,
Juan Pablo Aguilar
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo

En primer lugar queremos agradecer a Horacio Chiavazza por su lectura y comentarios al trabajo, y a los editores que nos brindan la oportunidad de explicar con mayor profundidad algunos puntos que fueron poco desarrollados en el mismo.

El artículo que se publica en este volumen bajo nuestra autoría, fue evaluado por dos revisores con dispares conclusiones. Mientras una opinión fue altamente positiva, la de Chiavazza propuso varias objeciones que tomamos con seriedad, pero que luego de un debate interno decidimos considerar parcialmente, como lo expresa el inicio de la nota que antecede a esta respuesta.

Esta disparidad de opiniones nos alertó sobre algunas presunciones que surgían de las sugerencias de Chiavazza que apuntaban a situaciones generales y que a nuestro entender superaban la consideración de este trabajo en particular. En función de esta situación y en relación con nuestro propio criterio es que decidimos mantener ciertos puntos con los cuáles el evaluador estaba en desacuerdo.

Con respecto a nuestra propuesta de definición para las sociedades tardías de Valle Fértil como formativas, creemos que la evidencia ofrecida en otras publicaciones es suficiente para mantener dicho postulado, además, la continuidad de nuestros trabajos en el área siguen contrastando afirmativamente dicha hipótesis. Creemos inadecuada la sospecha con la que se refutan artículos y presentaciones hechas con anterioridad, al igual que el supuesto “abuso” de transcripción de frases ya publicadas. Nos parece que el evaluador excede sus funciones y que el lector tiene a su disposición dicho material, por otra parte oportunamente elevado a referato.

En relación con las preocupaciones teóricas y metodológicas del comentarista, elegimos desarrollar esta respuesta en función de cuatro temas fundamentales: continuidad, secuencia, etnía y espacio.

Continuidad

Se nos sugiere la existencia de una contradicción entre nuestros planteos acerca de los discursos teóricos de la tradicional arqueología de San Juan. Se enfoca en la crítica al inductivismo de nuestra cita y sin embargo deja de lado el punto central de nuestra opinión: la visión discontinuista y rupturista de algunos arqueólogos de esta provincia sobre la evolución y desarrollo de los pueblos y personas.

Este es un punto en el que pusimos especial interés y sobre el que nuestro trabajo es preciso. Creemos que la evidencia de recurrencia ocupacional del sitio Usno 1 y la persistencia de tecnologías cerámicas de tradición prehispánica junto a la presencia de elementos europeos y/o criollos y consumo de fauna de origen extra americano, apoyan la hipótesis de que algunos grupos de las poblaciones indígenas de Valle Fértil mantienen lazos con situaciones anteriores al dominio colonial europeo.

Nuestro comentario estaba orientado a señalar aquel modelo explicativo “oficial” en el que los cambios en las sociedades indígenas de San Juan estaban dados por rupturas abruptas de los procesos evolutivos, reflejados en extinciones y aculturaciones de las comunidades, frente a la presión de grupos externos. Este esquema sirvió para interpretar desde las sociedades cazadoras recolectoras hasta la fundación de la ciudad de San Juan negando de alguna forma la capacidad interna, colectiva e individual, para el cambio.

La perspectiva discontinuista de este tipo de planteo impidió en otras áreas desarrollar conocimiento sobre los grupos étnicos indígenas durante el periodo colonial e incluso ha representado una partición del objeto de estudio entre Arqueología e Historia (Haber 1999).

En verdad no entendemos qué se nos quiere decir cuando se nos sugiere como una inconsistencia el citar a una colega posprocesualista –según el rótulo dado por el comentarista-. Jofré, la autora citada, aunque desde marcos teóricos diferentes a los nuestros, y probablemente a los del evaluador, nos ofrece una visión acertada sobre el discurso arqueológico tradicional de San Juan. No nos detuvimos en un prejuicio teórico, nos pareció una opinión fundada y objetiva y la tuvimos en cuenta.

Probablemente desarrollamos el texto del artículo sobre la base de un formato inductivo de exposición, dónde presentamos los datos en primer término y luego discutimos su interpretación, pero esto no significa que el proceso analítico haya seguido pautas inductivas de explicación como sugiere el comentarista. Nuestra investigación en Valle Fértil está integrada a una concepción general materialista, de corte evolutivo social, para explicar la evolución y cambio de las sociedades locales.

No hemos tomado como indicador de cambio a las transformaciones morfoestilísticas de los conjuntos cerámicos de Valle Fértil. En cambio sí consideramos que la presencia de alfarería hispano criolla y la evidencia de consumo de fauna introducida junto a la reocupación de ciertos espacios tales como Usno 1 y el aparente abandono de sectores en Las Tumanas, son indicadores de cambios en las sociedades locales de Valle Fértil que pueden representar algunas conductas de resistencia frente al avance del proceso de integración coercitiva al dominio colonial español.

Secuencia

Nos parece razonable la opinión del evaluador en cuanto a nuestra construcción de una secuencia, en donde la tecnología cerámica y las dataciones tienen un papel importante. Es legítimo, según nuestra opinión, que cualquier intento serio de investigación regional en un área sin antecedentes modernos tienda a atravesar una primera etapa de algún modo histórica cultural (Nastri 2004:219). Sin embargo, aquel comentario se queda en la coyuntura, ya expresamos en este mismo artículo que esta situación era un punto de partida para nuestro análisis y no un objetivo en sí mismo:

“Hemos propuesto anteriormente (Cahiza 2007 a y b) que los registros cerámicos con decoración geométrica incisa y pintada de Valle Fértil corresponden a trayectorias tecnológicas locales de sociedades formativas con estrategias económicas y organizaciones sociales diferentes de sus vecinos del norte, pero similares a las practicadas por los grupos tardíos englobados bajo el rótulo de grupo Huarpe Comechingón. Esto parecería configurar a tales tradiciones como estilos emblemáticos. A pesar de la insistencia en este trabajo en presentar a los conjuntos cerámicos divididos en componentes basados en atributos morfotecnológicos, no es nuestro interés la construcción de una explicación cercana a modelos históricos culturales ni participar en la construcción de “taxonomías etnográficas” (Santamaría 2001), mas bien se trata de una etapa de investigación para un área de escasos antecedentes donde debíamos diseñar una estructura histórica en la que podamos anclar procesos y desarrollos que deseamos seguir ampliando y profundizando.”

Este trabajo, al igual que los anteriores de Valle Fértil y de las Tierras bajas de Mendoza y San Juan (Cahiza y Ots 2005; García Llorca y Cahiza 2007; Cahiza 2008b; entre otros) posee un abordaje basado fundamentalmente en el análisis de la evolución y desarrollo del uso del espacio. Por lo tanto siempre ha sido de nuestro interés la observación de aspectos diacrónicos, en tanto continuidades y cambio. En otro caso pudimos utilizar los ordenamientos cronológicos existentes, en éste tuvimos que comenzar con esa construcción.

Es indudable que los trabajos arqueológicos que estaban solamente centrados en el establecimiento de secuencias cronológicas y tipologías regionales han sido superados. Pero creo que debemos reflexionar seriamente sobre estos tópicos. La observación de las regularidades materiales del comportamiento humano (sea en sus patrones de movilidad o de asentamiento, tecnología, estilos, entre otras) han sido una herramienta fundamental para la contrastación o explicación de modelos ya sean históricos culturales, procesuales, posprocesuales o evolutivos. El “método tipológico” ha sido usado con cierta efectividad en la arqueología argentina para la datación relativa desde mucho antes de la introducción de métodos de datación absoluta (Nielsen 1996:370). Nos parece inadecuado desechar las cronologías de artefactos (ya sean tipológicas o basadas en atributos independientes) que dejarían sin asignación temporal a muchas unidades de observación que no pueden ser datadas por técnicas absolutas porque no reúnen las condiciones apropiadas para realizar fechados radiocarbónicos o termoluminiscencia. En nuestra opinión es posible aprovechar las posibilidades de datación relativa que nos ofrecen las secuencias artefactuales sin adoptar necesariamente una postura culturalista, como sugiere el comentarista.

La estratigrafía del sitio es poco diferenciada salvo en un sector del montículo 1, cuyo corte dibujamos esquemáticamente en la figura 2. Por ello preferimos ser prudentes –aún habiendo identificado en varias de las unidades de excavación la superposición de componentes descriptas en el artículo- con respecto a la presentación de planillas y gráficos generales de distribución de materiales por nivel estratigráfico.

En aquella misma figura 2 señalamos el área perturbada por los propietarios de la estancia, su localización y delimitación disipan cualquier tipo de sospecha sobre el resto de los sectores por nosotros intervenidos.

La “secuencia” de Valle Fértil, aunque en un momento de construcción inicial, está basada en la articulación de diversos tipos de contextos (residencial o multipropósito al aire libre, residencial o multipropósito en abrigo rocoso, de propósitos específicos al aire libre -molienda-) con distintos tipos de datación (radiométrica y TL) de sectores geográficos alejados entre sí. Prestamos atención a los componentes tecnológicos de estos contextos (especialmente la cerámica, aunque actualmente estamos trabajando también en los artefactos óseos –Aguilar y Cahiza 2008-) y a las arqueofaunas consumidas (de las cuales éste artículo es un ejemplo).

Etnía

La discusión de las últimas décadas sobre qué está en la base de las identidades étnicas ha girado en torno a teorías primordialistas, funcionales y esencialistas. Sabemos de la complejidad de asociar cultura material con identidad étnica y las numerosas investigaciones que desalientan una opción objetivista para la diferenciación étnica, especialmente por la dinámica propia de los procesos de etnogénesis y las renovaciones identitarias (Hodder 1979; Jones 1997). Sin embargo, y a pesar de las dificultades arqueológicas para su investigación, es imposible negar absolutamente la inexistencia de una relación entre etnía y cultura material (Stanish 1989, Stone 2003).

En general, el abordaje del análisis de la configuración de la sociedad colonial en la Argentina ha sido enfocado desde una postura normativoesencialista apoyando las interpretaciones en la noción de cultura arqueológica, sus áreas geográficas de influencia y su cronología (Senatore 1999:103). El Centro-oeste argentino no ha escapado a esta perspectiva (Lagiglia 1976; Michieli 1998; Gambier 1999).

Se nos dice que nuestros argumentos están orientados a correlacionar identidades étnicas y conjuntos cerámicos. En la sección de antecedentes presentamos la existencia de una discusión histórica sobre la identidad de las poblaciones de Valle Fértil, creemos que desde la arqueología podemos ofrecer algún tipo de acercamiento al problema. Esta correlación no se limitó únicamente al aspecto de la alfarería, expusimos nuestra concordancia con opiniones de Canals Frau en relación a la ausencia de otros elementos culturales aparentemente característicos de las poblaciones diaguitas de zonas vecinas del norte y noroeste, tales como la arquitectura, textilería, funebria e incluso estructuras de producción agrícola e irrigación.

En ningún momento ha sido nuestra intención presentar una “nueva” cultura arqueológica, las regularidades de los patrones tecnológicos y decorativos del área tiene que ver con la pertenencia a tradiciones estilísticas y trayectorias tecnológicas. Por ello pusimos especial interés en la procedencia de los conjuntos cerámicos, entendiendo que el registro de sitios de actividades domésticas sería más representativo de las sociedades del pasado, que materiales provenientes de contextos construidos, como por ejemplo estructuras funerarias.

Ya hemos explicado que el origen de nuestras investigaciones en el área se relacionaba con el análisis de la frontera del estado inca. También dijimos que pensábamos que la base de la territorialidad incaica no es espacial sino étnica (Cahiza y Ots 2005; Cahiza 2007a). Hasta el momento no hemos observado en Valle Fértil ninguna relación con el Tawantinsuyu y aunque la causalidad de esto puede ser múltiple, podría estar reflejando diferencias culturales, económicas, estructurales entre las poblaciones del área estudiada y las de sectores cercanos bajo dominación inca del norte (probablemente yacampis) y noroeste (denominados en las fuentes históricas como capayanes) (Bárcena 2005).

También expusimos las limitaciones de la aproximación étnica al estudio de las poblaciones indígenas durante el dominio colonial y propusimos sumar una concepción social bajo la categoría “indios”, según la percepción española del siglo XVII. Hubiese sido sencillo esquivar este problema amparándonos en algún argumento teórico de moda, pero creemos que nuestra disciplina puede y debe ofrecer perspectivas válidas, independientes y articulables con aquellos surgidos desde la Historia.

Espacio

Abordamos el estudio de las sociedades formativas de Valle Fértil integrando dos escalas de resolución. En una de ellas, los sitios fueron examinados individualmente para explicar su funcionalidad, aspectos económicos, tecnológicos y la temporalidad de sus ocupaciones. Esta información fue articulada en una segunda escala, la regional, para establecer las relaciones entre sitios y entre ellos y los rasgos ambientales con la finalidad de identificar uso del espacio, patrones de asentamiento y la dinámica de las configuraciones del paisaje arqueológico.

Para ello planteamos un diseño de prospección pedestre con el objeto de relevar los locus de actividad y ubicarlos en relación a su contexto ambiental. El área de investigación tiene una extensión longitudinal de 85 km entre las localidades de La Yoca y Chucuma y la prospección involucró 19 recorridos de reconocimiento con una longitud total de 89,7km. (Cahiza 2007a).

Este modelo de prospección fue sistemático, no aleatorio y estratificado. Nos aproximamos al espacio de Valle Fértil abordando la diversidad de su paisaje, que dividimos en tres elementos: sierra; valles y quebradas interserranas, y llanos. En este esquema la observación de los arroyos y ríos tenía un rol de importancia, puesto que entendíamos que fundamentalmente en torno a ellos se puede desarrollar la vida en ambientes áridos y además podían funcionar como corredores entre los distintos parches ecológicos (Cahiza 2007a, 2008a). Por ese motivo, cuatro transectas de prospección fueron realizadas en la cuenca del río Usno, la correspondiente a la márgen derecha del cono aluvional dio con varios sitios (n=15) uno de los cuales es Usno 1. Previamente, fuimos advertidos de su presencia por los propietarios de la estancia y Museo Piedras del Mundo (cuya colección principal está integrada por una muestra mineralológica), quienes como aclaramos en la nota 1 habían realizado una excavación no sistemática. Nuestra intervención en este sector no es contradictoria con nuestro modelo metodológico espacial, se puede integrar sitios descubiertos por terceros -tanto arqueólogos como informantes locales- simplemente fue acelerada por la necesidad de contener esas actividades que ponían en riesgo el patrimonio cultural del sitio, pero al mismo tiempo con la anuencia y hospitalidad de los propietarios, que además se comprometieron a detener sus actividades.

Respecto a la integridad del espacio colonial, en este trabajo hemos tratado de ofrecer un caso donde proponemos que un grupo de pobladores locales mantienen ciertas oportunidades autonómicas, en tanto continúan ocupando antiguos espacios precoloniales. En contraste, mencionamos la ausencia de este tipo de situaciones en sectores cercanos a la infraestructura colonial, las estancias de Valle Fértil. Estas situaciones detectadas arqueológicamente, y su articulación con la información histórica, nos han impulsado a proponer que el espacio colonial de nuestra área de estudio se parece más a un modelo de control de nodos y redes que a la ocupación y dominio territorial pleno y continuo del oriente sanjuanino.

Desde el título aclaramos que sólo pretendemos ofrecer un “aporte” al conocimiento de este periodo. Nunca calificamos a este tipo de acercamiento regional como superador respecto a los antecedentes arqueológicos provinciales, como sugiere Chiavazza, no obstante ello opinamos que este tipo de abordaje es uno de los más adecuados para resolver problemáticas regionales.

Aunque remite a alguna información publicada en otros artículos o mencionada en reuniones científicas, la originalidad de este trabajo reside principalmente en su enfoque. Reconocemos la necesidad de profundizar los estudios regionales de Valle Fértil, pero quisiéramos remarcar que la significancia y pertinencia de nuestro aporte debería ser evaluado en relación a los antecedentes del tema. El conocimiento arqueológico sobre las sociedades tardías y coloniales vallistas carecía de información particular o general, tales como cronológica, tecnológica (salvo menciones de artefactos colectivos de molienda), representaciones rupestres, dieta, dinámica ocupacional del espacio antes de nuestras investigaciones en el área. Por otra parte no conocemos antecedentes de trabajos de arqueología histórica del ámbito rural colonial en San Juan, por lo que éste se transforma en un serio intento en el camino a la superación de la ruptura metafísica (Haber 1999) entre arqueología e historia para el estudio de la sociedad colonial en el Centro-oeste argentino.

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