Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana
Vol. 12, Núm. 3, Dossier: Arqueología Histórica Argentina: situaciones y perspectivas (Editores invitados: H. Chiavazza y V. Zorrilla) 2018. ISSN 2344-9918
Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina
Artículos

MOVILIDAD, HABITANTES Y EXPERIENCIAS DEL PAISAJE: LOS LUGARES DE ESTECO (SALTA, ARGENTINA, S. XVI-XVII)

MOBILITIES, INHABITANTS AND LANDSCAPE EXPERIENCES: THE PLACES OF ESTECO (SALTA, ARGENTINA, 16TH – 17TH CENTURIES)

MOBILIDADE, HABITANTES E EXPERIÊNCIAS DE PAISAGENS: OS LUGARES DE ESTECO (SALTA, ARGENTINA, S. XVI-XVII)

María Marschoff
IDH-Universidad Nacional de Córdoba-CONICET
Cómo citar este artículo:
Marschoff, M. (2018). Movilidad, habitantes y experiencias del paisaje: los lugares de Esteco (Salta, Argentina, S. XVI-XVII). Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, 12(3), 479–506. Buenos Aires
RESUMEN:

En este trabajo nos propusimos estudiar el “lugar” de Esteco, una ciudad colonial localizada en la actual provincia de Salta, Argentina, a partir de analizar las movilidades de las distintas personas que se concentraban y desconcentraban a su alrededor. También ponemos en juego otras cosas que se hallaban en movimiento allí y que conformaban la materialidad de ese lugar –como las pestes, las inclemencias climáticas, el ganado, etc. Buscamos contraponerlas con la manera en que se registraron en los documentos escritos los paisajes de ese lugar, intentando mostrar como todas estas movilidades y la manera en que eran percibidas y descritas se hallaban entrelazadas y se constituían mutuamente conformando materialidades, paisajes y lugares móviles.

Palabras clave:
movilidades, lugares, paisajes, experiencias
ABSTRACT:

In this article we intend to analize the “place” of Esteco, a colonial city located in the province of Salta, Argentina, by studing the mobilities of different people that gathered around it. We include also an analysis of other mobilities that took place there, such as plagues, climatic changes, cattle raising, etc. Finally we compare them with the way in which landscapes were perceived and registered in written records in order to show how all this mobilities were intertwined and mutually constituted while creating mobile materialities and landscapes.

Keywords:
mobilities, places, landscapes, experiences
RESUMO:

Neste trabalho nos propusemos a analisar o “lugar” do Esteco , uma cidade colonial localizada na província de Salta , Argentina, a partir de analisar as mobilidades das diferentes pessoas que foram concentradas e desconcentraban ao redor. Nós também colocar em jogo outras coisas que estavam se movendo lá como pragas, as intempéries, gado , etc. Procuramos contrastá-los com a forma como eles foram registradas os paisagens em documentos escritos, tentando mostrar como todas essas mobilidades e como eles foram percebidos e descreveu estavam interligados e constituem paisagens e materialidades móveis.

Palavras-chave:
movilidades, lugares, cenários, experiências
Recibido:
13 de mayo de 2016
Aceptado:
1 de julio de 2016

INTRODUCCIÓN

En 1566 un puñado de rebelados contra Francisco de Aguirre que vivían hasta ese momento en la recién establecida Santiago del Estero fundaron, 50 leguas al norte y sobre el actual río Salado, una ciudad en el “valle de Esteco” donde habitaban distintos grupos indígenas tonocotés. Con el gobernador prisionero, el virreinato envía a Diego Pacheco a hacerse cargo de la gobernación del Tucumán y una de sus primeras acciones fue refundar oficialmente esa ciudad llamándola Nuestra Señora de Talavera, en recuerdo de la ciudad española de Talavera de la Reina, de la cual era oriundo así como también su pariente Francisco de Aguirre (Figura 1). Durante varias décadas esta ciudad fue paso casi obligado de quienes trajinaban desde la gobernación del Tucumán hacia el Perú, sin embargo en 1609 se efectúa su traslado 100 kilómetros hacia el noroeste donde sus habitantes se unen a los de la Villa de la Nueva Madrid, fundada en 1592. Juntos establecen la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid (Figura 1). A pesar de estos traslados y el cambio de localización siguieron llamando informalmente al lugar que ocupaban “Esteco”. En el nuevo espacio sobrevivió hasta 1692 cuando es abandonada por la población civil tras un terremoto.

Figura 1. Localización de Nuestra Señora de Talavera y de Nuestra Señora de Talavera de Madrid.
Figura 1. Localización de Nuestra Señora de Talavera y de Nuestra Señora de Talavera de Madrid

Varias son las causas que se alegan para estos movimientos y la “decadencia” de esta ciudad, tanto desde la propia documentación contemporánea como desde la historiografía. Causas aparentemente pequeñas como la aparición de salitre que destruía las viviendas (Torre Revello 1943; Tomasini y Alonso 2001; Cabildo de Nuestra Señora de Talavera [1624] 1943; Barrasa [1605] 1914), causas sobrenaturales como el castigo divino (Barzana [1594] 1987; Maldonado de Saavedraa [1634] 1926), causas más estructurales como el cambio en las vías de circulación (Torre Revello 1943; Tomasini 2006, 2008; Barrasa [1605] 1914), causas de tipo más sociopolítico como “la destrucción de las tierras bajas en aras de la conquista de las tierras altas” de la gobernación que ocurrió durante el siglo XVII (Palomeque 2009). También se alegan razones “externas” como los ataques mocovíes, los terremotos, las pestes y la amenaza de fieras (du Biscay [1672] 2014; Altamirano [c. 1680] 1941; Argandoña y Salas [1686] 1943; Peredo [1671] 1941; Beroa [1634] 1990; Zamudio [1699] 1943); e “internas”: descenso demográfico de los grupos encomendados, abandono por parte de los vecinos, decadencia material de una ciudad otrora pujante (Pérez de Amézaga [1665] 1998; García [1665] 1998; Cabildo de Nuestra Señora de Talavera [1664] 1998). Causas “naturales” y “sociales” se entremezclan en los relatos acerca de qué pasó con esta población.

En este artículo nos proponemos contar una historia del lugar llamado Esteco pero construida en clave de movilidades y cambio, tratando de matizar la sensación de “inevitabilidad” de los procesos que subyace a los relatos historiográficos y cuestionando el “pesimismo” de la decadencia que trasmiten las fuentes contemporáneas. Con el objeto de comenzar a entender la importancia de las movilidades de gente y de cosas en la constitución de la experiencia humana en esta primera propuesta se busca contraponer percepciones acerca de la materialidad del lugar que se llamó Esteco con la intensidad del flujo de gente distinta que allí se detenía, moraba en ese espacio o se veía forzada a permanecer en él.

En la sección que sigue planteamos algunos conceptos e ideas teóricos que guían esta investigación y los vinculamos con el trabajo con fuentes escritas. Los siguientes dos apartados se dedican a presentar los análisis de documentos escritos, ocupándonos en el primero de los ciclos de movilidad de personas que se generaron alrededor de Esteco y en el segundo en la cronología de otras movilidades y el registro de percepciones acerca del paisaje de este lugar. Finalmente, en la última sección discutimos estos resultados contraponiendo las diferentes movilidades analizadas con la atmósfera descripta para Esteco y delineamos algunas conclusiones.

ANDAMIAJE TEÓRICO-METODOLÓGICO

Paisaje es un concepto complicado. En arqueología es un término que se ha usado de múltiples formas y ha generado innumerables intentos de explicitarlo –ver síntesis de esos desarrollos en, por ejemplo, Aldred (2014) y Mafferra (2016). Orbitando entre concepto teórico y categoría analítica, con múltiples consideraciones acerca de la/s historia/s de su/s conformación/es, cuanto más se lo intenta explicar queda la sensación de que más vacío de contenido termina.

En este artículo la decisión fue incorporarlo con dos acepciones, una más inclusiva que la otra. En primer lugar, lo entendemos como weatherworld (Ingold 2011), el mundo percibido y habitado. En este sentido, más ontológico, nos referimos al mundo de la experiencia de los seres vivos, un mundo fluido y relacionalmente enmarañado. En segundo lugar, entendemos al paisaje como el mundo de la experiencia humana (Bender 2001), específicamente al arreglo material observado desde ese punto de vista (Cresswell 2004). En esta acepción más analítica, inspirada en conceptos de la Geografía, sigue tratándose de un proceso (Matless 2003), es decir que en cierta forma sigue siendo fluido. Por eso es una categoría tanto espacial como temporal, natural y cultural simultáneamente (Matless 2003, Hinchliff 2003). De este modo, aquí no nos referiremos a un conjunto acotado a priori de elementos humanos y no humanos que componen el paisaje de Esteco, así como tampoco enfatizaremos en las interpretaciones que se han hecho de esos elementos, si no que analizaremos “cómo trabaja”, “qué hace” el paisaje (Matless 2003).

El concepto de “lugar” que utilizamos también se basa en planteos desde la Geografía (Cresswell 2004). Así, lo definimos como un espacio hecho significativo por las personas que lo habitan que posee una localización espacial definible pero no necesariamente estable además de una forma materialmente constituida y un sentido o apego emocional por parte de las personas que lo habitan (Cresswell 2004). El “lugar” nunca está acabado, es una cosa pero al mismo tiempo es también una forma de entender y ser en el mundo (Cresswell 2004). Los “lugares” se constituyen por la gente que hace cosas en ellos, son nudos de conexiones, lo que ha llevado incluso a que se plantee que son “detenciones” o “paradas” en un fluir continuo de movimientos (Cresswell 2004). La diferencia con el “paisaje”, tal como lo definimos más arriba y a nuestro entender, es que los “lugares” no necesariamente poseen un punto de vista pero existen porque son significativos para los humanos. En ese sentido, potencialmente, un lugar puede tener muchos paisajes, tantos como puntos de vista humanos coexistan en él. Esos puntos de vista copresentes en un lugar son los que, a nuestro entender, participan en la conformación de su atmósfera, “el como se siente” de un lugar (Sheller y Urry 2006). Así, ciertos paisajes pueden hacer que un lugar sea atractivo o repelente, alegre o lúgubre. Del mismo modo que los paisajes y lugares, las atmósferas pueden cambiar con el tiempo y en el espacio.

En todas estas definiciones las “movilidades” cobran un rol protagónico. Desde la experiencia humana, moverse a distintas escalas es un hecho común e inevitable (Revill 2011) pero particularmente construido (Cresswell 2011), forma parte de la manera corporizada de ser-en-el-mundo humano (Jackson 1983; Farnell 1999; Cresswell 2010; Sheller y Urry 2006). Centrarse en la movilidad es poner el foco justamente en “cómo trabaja” el paisaje y cómo se crean los lugares.

Para estudiar las movilidades de la gente, las cosas y las ideas, Tim Cresswell (2010) propone centrarse en tres facetas: la movilidad en sí –materia que se traslada-, las representaciones –significados de la movilidad-, y la práctica de la movilidad –experiencial y corporizada. En este trabajo algunas facetas serán más trabajadas que otras. Cabe aclarar que por representaciones entendemos una práctica propia de la forma de ser en el mundo de los humanos (Dewsbury et al. 2002 en Anderson y Harrison 2010). En ese sentido, la producción de documentos escritos, cuyo análisis constituye este artículo, forma parte de esa práctica de construcción de representaciones.

En este trabajo el objetivo pretende analizar las movilidades de las personas a partir de datos demográficos acerca de la cantidad de gente diferente que se concentraba –y desconcentraba- alrededor del lugar llamado Esteco y de otras cosas en movimiento que conformaban la materialidad de esa ciudad –como las pestes, las inclemencias climáticas, el ganado, etc.-. Todas ellas fueron registradas en documentos escritos. En su análisis buscamos contraponerlas a las descripciones, los puntos de vista acerca de ese lugar o sus diferentes paisajes, observando al mismo tiempo como generaron distintas atmósferas para Esteco.

Si bien el orden del artículo es cronológico y haremos referencia a distintos eventos dentro de la historia de este lugar, las movilidades y la manera en que fueron configurando lugares y paisajes permiten desarmar la linealidad de ese relato y aprehenderlo como un proceso, con ciclos y ritmos diferentes coexistiendo temporalmente. Así, a pesar de que la movilidad que más nos interesa y que subyace a esta historia es la del propio núcleo residencial, complejizaremos el hecho de su traslado material de una localización a otra a partir de las movilidades de las personas que allí habitaban de manera estable o transitoria, como parte de un recorrido más o menos habitual. Por otro lado, es necesario reconocer la diversidad interna de esas personas, en este caso nos interesan también los recorridos de los “otros” indígenas cuya movilidad es caracterizada como distinta de la de los “blancos” moradores de Esteco. Sin embargo, como se muestra en las secciones siguientes, también otras cosas son móviles: la tierra se mueve, literalmente, en forma de terremotos, pero también los ciclos productivos mejores o peores, las estaciones –que afectaban asimismo la movilidad de las personas por inundaciones estivales o por los fríos invernales-, las plagas, las inclemencias del clima, las enfermedades y pestes. Intentamos mostrar como todas estas movilidades y la manera en que eran percibidas y descritas se hallaban entrelazadas y se constituían mutuamente conformando materialidades, paisajes y lugares móviles (Salerno y Marschoff 2015).

Utilizamos fuentes muy diversas, casi todas ellas redactadas por personas que eran agentes de la administración colonial. En la lectura que hemos hecho el objetivo de los autores en lo que refiere a promover o restringir la movilidad propia o de otros fue una de las características a las que más hemos prestado atención. Teniendo esto en cuenta, los documentos fueron analizados desde dos ópticas: por un lado como registros de la percepción acerca de la materialidad y las movilidades en las que se hallaban inmersos los autores –sólo para fuentes redactadas por quienes estuvieron efectivamente en Esteco. Por otra parte, estos escritos también brindan datos concretos de cosas y personas que se trasladan –aquí incluimos también fuentes de autores que no necesariamente estuvieron en Esteco. Por otro lado, por una cuestión de espacio, la escala en la que trabajamos en esta instancia es la ciudad y su jurisdicción, es decir que no nos ocuparemos de las “pequeñas movilidades” entre chacras, estancias y núcleo residencial, así como tampoco haremos referencia específica a las edificaciones que también conformaban ese lugar.

LOS CICLOS DE MOVILIDAD ALREDEDOR DE ESTECO

Tratar de reconstruir datos demográficos de población estable de un lugar para los siglos XVI y XVII es una tarea difícil, ya que la práctica del censo tal como comienza a establecerse en el siglo XVIII no es un interés del estado colonial de esa época. Lo más cercano lo constituyen las Relaciones Geográficas, creadas a partir de interrogatorios ordenados por la corona para todos sus territorios cuyo objetivo era “tener noticia de la tierra”, e implicaba una descripción de los paisajes y lugares y de la gente que los habitaba y sus costumbres (De Solano 1988; Quiroga 2014). Contamos con dos para el caso de Esteco: el llevado a cabo por el teniente de Gobernador en Santiago del Estero alrededor de 1582 que refiere a toda la gobernación (Sotelo de Narváez [c. 1582] 1987) y uno mucho más detallado, que incluyó respuestas individuales de cada habitante y se llevó a cabo en cada una de las ciudades en 1608 (Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Correspondencia de la Audiencia de Charcas, 630ABNB, CACH, 630). Excepto este último documento inédito, todas las fuentes que utilizamos no registran mujeres ni niños y se centran, por lo general, en listar únicamente a los varones propietarios y/o vecinos y a los indígenas tributarios. Trabajamos con dos categorías poblacionales: “blancos” e “indios” –exclusivamente los encomendados. Ambos conjuntos están claramente diferenciados en las fuentes, no sólo por su “rol social” asignado y las relaciones de poder involucradas sino, sobre todo, por la forma de cuantificar a las personas. Denominamos “blancos” a un grupo heterogéneo en la práctica contemporánea a las fuentes y que incluía tanto a peninsulares como a criollos, mestizos o “montañeses”, que eran también vecinos, moradores y residentes en la ciudad, tal como pudimos comprobarlo en la Relación de 1608 (ABNB, CACH, 630). En cuanto a la población indígena, las fuentes cuantifican a aquellos que se hallaban sometidos al régimen de encomienda como grupo general o únicamente a los tributarios, sin incluir a sus familias. En esos casos estimamos, arbitrariamente y de manera muy conservadora, una mujer y dos niños por cada varón tributario.

En definitiva, los datos que nos ocupan en esta sección son, a excepción de los de 1608, estimados, pero los consideramos útiles para establecer ciclos de movilidad de las personas hacia y desde Esteco. En la Figura 2 se resume la información que tenemos acerca de la población “blanca” de Esteco entre 1566 y 1692 incluyendo tanto mujeres y niños como vecinos, moradores y residentes. Para realizarlo tomamos como referencia los datos de 1608 y a partir de allí calculamos aquellos segmentos de la población que no se hallaban mencionados en las demás fuentes –por ejemplo, en ese documento se registra que los “vecinos” constituían el 12,25% de la población, dato que nos sirvió para estimar la población en 1580 de la cual sólo se menciona que estaba constituida por 40 vecinos. También nos permitió calcular una media de habitantes por unidad doméstica, la cual utilizamos para estimar la población en 1611 registrada en forma de un plano de solares asignados.

Para el siglo XVI, como puede observarse, contamos con un solo dato, pero el hecho de que en 1605 la cantidad de habitantes sea la misma -40 vecinos- nos permite pensar que no hubo grandes variaciones, al menos durante los últimos 20 años. Sin embargo, en los primeros años del siglo XVII se registra una merma que se interrumpe con el traslado ocurrido en 1609. El dato de 1611 muestra el pico máximo de población, pero es necesario tener en cuenta que es en ese momento cuando se fusionan los habitantes de la Villa de la Nueva Madrid y los de Nuestra Señora de Talavera en una nueva localización. Por otra parte la fuente de la que obtuvimos ese dato es un plano de distribución de solares y no una cuantificación de habitantes, por lo que es posible que la cantidad esté sobredimensionada y que haya habido personas que, si bien recibieron un espacio donde construir su vivienda, nunca se llegaron a trasladar allí.

La siguiente referencia corresponde a 1639, cuando la población desciende a niveles bastante por debajo incluso a la inicial. Podemos hipotetizar que entre 1611 y 1639 se produjo la mayor emigración desde Esteco hacia otros lugares por parte del segmento “blanco” de la población. En las décadas siguientes, con ligeros altibajos, continúa el descenso poblacional.

Figura 2. Gráfico de habitantes “blancos” en Esteco. Fuentes: 1580 (Sotelo de Narváez [c. 1582] 1987); 1605, 1607, 1611, 1639, 1666, 1670, 1673, 1686, 1689 (en varios documentos en Torre Revello 1943:39, 41, 52-55, 57, 74, 77, 81, 106-7, 109); 1608 (ABNB, CACH, 630); 1680 (Altamirano [c. 1680] 1941).
Figura 2. Gráfico de habitantes “blancos” en Esteco. Fuentes: 1580 (Sotelo de Narváez [c. 1582] 1987); 1605, 1607, 1611, 1639, 1666, 1670, 1673, 1686, 1689 (en varios documentos en Torre Revello 1943:39, 41, 52-55, 57, 74, 77, 81, 106-7, 109); 1608 (ABNB, CACH, 630); 1680 (Altamirano [c. 1680] 1941)

En el caso de la población indígena –inicialmente de las etnias conocidas como tonocotés y lules-, las tendencias son semejantes, pero aún más claramente marcadas (Figura 3). Si para la población “blanca” las fuentes mencionan que la ciudad estaba siendo “abandonada” (ABNB, CACH, 630; Beroa ([1634] 1990; Mercado y Villacorta [1661] 1941; Peredo [1671] 1941), en el caso de los indígenas el descenso poblacional tiene características distintas. Tanto religiosos como agentes del gobierno lo explican sobre todo a partir de la mortalidad (Cabildo de Nuestra Señora de Talavera [1589] 1918, Maldonado de Saavedra [1639] 1926, Peredo [1671] 1941), en muchos casos acusando explícitamente a la sobreexplotación a la que estaban sometidos (Ramírez de Velasco [1586] 1918; Barzana [1594] 1987). Otras causas que se alegan son las “huidas” al “monte” o al Perú (Ramírez de Velasco [1586] 1918, Cabildo de Nuestra Señora de Talavera [1624] 1943, Zurbano [1646] 2007).

Figura 3. Gráfico de habitantes “indios” en Esteco. Fuentes: 1580 (Sotelo de Narváez [c. 1582] 1987); 1596 (Ramírez de Velasco [1596] 1920); 1605, 1607, 1611, 1670, 1686 (en varios documentos en Torre Revello 1943:39, 41, 52-55, 77, 106-7); 1608 (ABNB, CACH, 630); 1613 (Cabildo de Nuestra Señora de Talavera [1613] 1939); 1624 (Cabildo de Nuestra Señora de Talavera [1624] 1998); 1666 (Pérez de Amezaga [1665] 1998).
Figura 3. Gráfico de habitantes “indios” en Esteco. Fuentes: 1580 (Sotelo de Narváez [c. 1582] 1987); 1596 (Ramírez de Velasco [1596] 1920); 1605, 1607, 1611, 1670, 1686 (en varios documentos en Torre Revello 1943:39, 41, 52-55, 77, 106-7); 1608 (ABNB, CACH, 630); 1613 (Cabildo de Nuestra Señora de Talavera [1613] 1939); 1624 (Cabildo de Nuestra Señora de Talavera [1624] 1998); 1666 (Pérez de Amezaga [1665] 1998)

El aparente ascenso de 1611 podría explicarse, al igual que el observado en la población “blanca”, también por la unión de las dos ciudades. Sin embargo, dos años más tarde la cantidad de población encomendada es muchísimo menor, lo cual apoya la hipótesis que planteamos más arriba de que al momento de la unión de las dos ciudades no todos sus habitantes “blancos” e indígenas encomendados se trasladaron. En cambio el descenso que se da en algún momento entre 1624 y 1666 nos está indicando nuevamente la posibilidad de que fue un período de emigración. Combinando los datos de este gráfico con los del anterior podríamos acotar este período de probable emigración de ambos conjuntos poblacionales de Esteco al lapso que va de 1624 a 1639.

Las últimas tres referencias -1666, 1670 y 1686- indican un cambio en la composición de la población de esta ciudad, ya que las cantidades de “blancos” superan las de los indios encomendados. Las implicancias de este hecho son muy grandes para el sistema productivo, basado en la mano de obra indígena. La producción no sólo cambia su carácter –de agropastoril a ganadera- sino que muestra un declive tal como se desarrolla en la sección siguiente.

De esta manera, la información hasta aquí analizada nos permite distinguir tres posibles períodos de emigración desde Esteco por parte de su población tanto “blanca” como indígena: el primero a principios del siglo XVII, poco intenso y previo al traslado hacia la nueva localización que se menciona. El segundo posible momento de abandono es la coyuntura del traslado mismo, cuyo único indicador por ahora es la diferencia entre la población indígena encomendada listada junto con sus encomenderos al momento del reparto de solares en 1611 y la contabilizada 13 años más tarde. El tercer momento de descenso drástico de ambos grupos poblacionales de Esteco es el que podemos fechar entre 1624 y 1639 del cual hallamos una única referencia directa en las fuentes (Beroa ([1634] 1990). Finalmente, existe un cuarto período que va de 1666 a 1692. Este lapso de emigración sólo es mencionado en las fuentes, pero no lo pudimos corroborar con información cuantitativa del tipo presentado en esta sección.

LOS PAISAJES EN MOVIMIENTO DE ESTECO

Esta sección la comenzaremos con un gráfico. En él resumimos la información acerca de los eventos “adversos” más frecuentemente registrados en la historia de esta ciudad, estos comprenden: la ocurrencia de enfermedades contagiosas como el tabardillo, sarampión, viruela, etc. calificadas como “pestes” en las fuentes; las fallas en la producción –por granizo, langosta, falta de agua, etc. o el registro de hambres y/o perspectivas de carestías-; los terremotos y los ataques directos de grupos indígenas percibidos como “hostiles” al núcleo poblacional de Esteco (Figura 4). El objetivo es cruzar los ciclos de movilidad que definimos en la sección anterior con estos datos y contraponerlos a las descripciones que hallamos acerca de las maneras de habitar y los paisajes de Esteco, es decir, el arreglo material del lugar desde el punto de vista de los autores de las fuentes.

A pesar de lo fragmentario del registro, se observa que la ocurrencia de pestes y fallas en la producción y hambres estuvo presente a lo largo de toda la vida de este núcleo poblacional, en algunos años de manera conjunta. En varios casos esto ocurría a nivel de toda la gobernación (por ejemplo, Ramírez de Velasco [1586] 1918, [1590] 1920; Zurbano [1639] 1984). En el caso de las pestes, por ejemplo la de 1590-91 que se identifica como originada en Chile, su aparición indica la movilidad de las personas y el contagio. Sin embargo, lo que nos interesa destacar es que estos eventos fueron habituales a lo largo de toda la historia de este núcleo poblacional.

Figura 4. Gráfico de habitantes “blancos” de Esteco y diferentes eventos que ocurrieron en este lugar. Fuentes: Tabla 1 en este artículo; de la Ribera ([1607] 1941, [1608] 1998); Cabildo de Nuestra Señora de Talavera de Madrid ([1613] 1939); du Biscay ([1672] 2014); Vázquez Trujillo ([1631] 1929); Lozano ([1745] 2010); Beroa ([1634] 1990, [1637] 1929); Zurbano ([1639] 1984, [1646] 2007); Ferrufino ([1646] 2007); Peredo ([1671] 1941); AA.VV. ([1585] 1920); Ramírez de Velasco ([1586] 1918, [1590] 1920); Oñate ([1620] 1929).
Figura 4. Gráfico de habitantes “blancos” de Esteco y diferentes eventos que ocurrieron en este lugar. Fuentes: Tabla 1 en este artículo; de la Ribera ([1607] 1941, [1608] 1998); Cabildo de Nuestra Señora de Talavera de Madrid ([1613] 1939); du Biscay ([1672] 2014); Vázquez Trujillo ([1631] 1929); Lozano ([1745] 2010); Beroa ([1634] 1990, [1637] 1929); Zurbano ([1639] 1984, [1646] 2007); Ferrufino ([1646] 2007); Peredo ([1671] 1941); AA.VV. ([1585] 1920); Ramírez de Velasco ([1586] 1918, [1590] 1920); Oñate ([1620] 1929)

Las descripciones iniciales de Esteco si bien registran estas dificultades, minimizan sus efectos. El lugarteniente de gobernador en Santiago del Estero decía que sus habitantes “…cogen gran suma de trigo, maíz y cebada y otras legumbres, y tienen muchas viñas, algodonales y arboledas de Castilla de gran recreación (Sotelo de Narváez [c. 1582] 1987:240)”. Además enumera los productos locales explotados como tintes y miel, la industria textil de lana y algodón que se exportaba hacia el Perú y la gran cantidad de ganado de todo tipo. Termina resumiendo: “En resolución es abundante de comidas, aunque suele haber secas y langostas y otras sabandijas, que causa algunos años esterilidad, aunque la astucia y diligencia de los xpianos suple mucho y remedia las necesidades de los naturales.” (Sotelo de Narváez [c. 1582] 1987:236).

Para la misma época un fraile dominico, en su recorrido desde el Perú hacia el sur, también se maravilla de la abundancia de comida, menciona las dificultades y describe algunas características de la zona, la forma de cultivo y las maneras de viajar:

“Los ríos desta provincia, particularmente el de Esteco y el de Santiago del Estero, al ivierno son como el Nilo, salen de madre y extiéndense por aquellas llanadas regando la tierra, que allá llaman bañados y aquel año es más abundante que hay más bañados; aran y en ellos siembran; los campos y llanos son espaciosísimos, porque así como estando en alta mar no vemos sino cielo y agua, así en aquella provincia de Esteco para adelante no vemos sino cielo y llanuras, y éstas corren más de 400 leguas sin que se halle ni se vea un cerrillo, ni casi una piedra. Camínanse todos estos llanos y caminos en carretas, las cuales no llevan una puncta de hierro, ni los caballos gastan mucho herraje, por ser tierra fofa.” (Lizárraga [1605] 2013:230).

Este mismo autor advierte que los vecinos de Esteco estaban descontentos por no poder construir molinos y pretendían mudar el asiento “25 leguas más hacia Salta” (Lizárraga [1605] 2013:233). Nunca más se volvió a escribir sobre Esteco transmitiendo una atmósfera como la que se registra en estos relatos citados. Diez años más tarde los problemas que eran minimizados comienzan a subrayarse y por primera vez se habla del “castigo” divino a los habitantes de Esteco: “En las tierras de San Tiago y Esteco, que cuando se poblaron eran un vergel y se regaban con dos ríos caudalosos, y se ha visto lo que dijo David: ‘La tierra fructífera se ha convertido en tierra salobre por la malicia de los que en ella moran’, ha dado en todos los campos y casas salitre y las casas se caen cada dia y es menester cada dia reparallas, y las huertas y campos se hacen estériles, y creemos ser por la grande opresión con que son fatigados los indios” (Barzana [1594] 1987).

Como vimos en la sección anterior, a lo largo de estas décadas la población “blanca” se mantuvo estable y la indígena descendió. Durante el siglo XVI hemos podido detectar también un cambio en la orientación de la producción para la exportación: de los textiles que ensalzaba Sotelo de Narváez a la ganadería, la cual ya es mencionada por Lizárraga. A este cambio las fuentes no refieren de forma directa pero consideramos que fue un factor crucial en la decisión de trasladar el asiento.

Como motivaciones explícitas de la mudanza se menciona la presencia de salitre, el costo de mantenimiento de la acequia, la falta de indios y el hecho de que la ciudad ya no fuera paso obligado de los pasajeros hacia el Perú (ABNB, CACH, 630; Cabildo de la Villa de Nueva Madrid [1592] 1918; Barrasa [1605] 1914), ya que desde la década de 1590 ese tránsito comienza a hacerse más hacia el oeste, zona asegurada a partir de la fundación de la ciudad de Salta en 1582 y Jujuy en 1593. Evidencia de la importancia del cambio en la producción es que en 1608 el 44% de los productores de Esteco (ABNB, CACH, 630) poseía estancias de ganado en la jurisdicción de la Villa de la Nueva Madrid, fundada en 1592. Es esperable que la Relación de 1608 “omita” mencionar este hecho, ya que es probable que los interesados en el traslado fueran justamente los grupos en el poder en esa sociedad y quienes redactaron las fuentes.

Así, en la coyuntura del traslado de una localización a otra las descripciones que se hacen de uno y otro lugar intentan plantear la necesidad de esa movilidad a partir de contraponer paisajes de uno y otro lugar. Con respecto a Nuestra Señora de Talavera se dice:

“La çiudad esta poblada en unos arenales y salitrales malditos y toda Lacomarca montuosa y quelos montes llegan alas mismas casas acuya causa es Lamas calurosa de toda Laprouincia tiene tan malatierra acausa del mucho salitre quedentro demuy pocos años y aun meses seuan comiendo Las paredes y toda Lauida es menester ocupar los yndios enrepararla y no bastan para quedejen decaerse y este año pasado secayo toda Lamayor parte delayglesia de san francisco falta de pastos y sitios para estançias, (…) Los inconvenientes que solamente yo hallo y dizen y confiesan los mismos querehusan mudarse parano hazerlo son el amor quelos viejos que ya ay pocos tienen alas casas que edificaron y viñas y heredades que plantaron y parecerles que no an degozar Las que fueren aedificar y plantar aotra parte…” (Barrasa [1605] 1914:126-7).

En cambio la jurisdicción de la Villa de Nueva Madrid es valorada como un: “…asiento mucho mejor, del mismo temple y más fresco, (…) de un arroyo que tienen a la falda de un cerro, se pueden sacar acequias y hacer molinos, y para acabar de pacificar unos indios de aquella provincia, belicosos, llamados Lules, es asiento mucho más cómodo; si a este asiento se han mudado, será pueblo muy regalado, fresco y muy sano, donde para el edificio de las casas tienen mucha madera, y el suelo no salitroso, piedra para hacer cal y buena tierra para teja.” (Lizárraga [1605] 2013: 232-3).

Como vimos en la sección anterior en ese período de paisajes contrapuestos que caracterizó a las fuentes redactadas durante los años previos a la mudanza se registró una emigración leve desde Esteco hacia otros lugares. Una vez efectuado el traslado también se aprecian descripciones aparentemente contradictorias. Las expectativas vertidas no se habrían cumplido, en palabras del cabildo, los vecinos se hallan “pobres” y tienen viviendas precarias (Cabildo de Nuestra Señora de Talavera de Madrid [1613] 1939), panorama esperable en una ciudad que recién comienza. Los jesuitas en cambio se entusiasman con esta “célebre” ciudad (Oñate [1620] 1929) y en 1617 establecen una residencia allí. Hasta ese momento, tanto en el primer asiento como en el segundo, sólo se habían acercado a Esteco en el marco de misiones volantes (Salerno y Marschoff 2015).

Para las décadas siguientes hay muy pocas descripciones de la ciudad pero, como mostramos en el último gráfico, fue un período difícil donde además de pestes y fallas en la producción, se inicia la segunda Guerra Calchaquí y se produce un terremoto en 1632. Recordemos también que ese período coincide con el segundo lapso de emigración que detectamos en la sección anterior. Los jesuitas no fueron la excepción y abandonaron Esteco en 1635. Un año más tarde el obispo de Tucumán describe a Esteco en términos drámaticos: “… bien muestra dios el enojo que tiene con esta ciudad y en sus castigos la gravedad de las culpas peste continua zapos culebras tigres un monte toda la ciudad y los mayores temblores que yo e visto en las yndias...” (Maldonado de Saavedra [1636] 1926:59).

A partir de la década de 1630 nunca más se describe el paisaje de este lugar transmitiendo una atmósfera menos negativa. Citamos aquí la más matizada de las que hemos hallado, de un viajero que pasó por allí entre 1658 y 1663:

“Me quedé un día en Esteco, para prepararme algunas provisiones para el viaje. Está situado sobre un hermoso y ancho río, que con todo puede ser vadeado a caballo. Este pueblo fue antiguamente tan grande y tan importante como Córdoba, pero ahora está arruinado, no habiendo quedado en él arriba de treinta familias, porque las demás lo abandonaron a causa del gran número de tigres que lo infestaban, devorando a sus niños y algunas veces a los hombres, cuando podían sorprenderlos; además hay un número increíble de moscas venenosas que pican agudamente, de las cuales está lleno el país en una extensión de cuatro o cinco leguas alrededor del pueblo, así que no hay modo de salir de él sino enmascarado. Esta zona también es muy productiva de trigo, cebada, viñas y otros árboles frutales; y abundaría en ganado si los tigres no lo devoraran.” (du Biscay [1672] 2014).

El abandono al que hace mención este viajero se acentúa en las décadas siguientes, pero explicado en las fuentes por la aparición de otro tipo de “enemigo”. Ya desde mediados de los 1650s (Argandoña [1689] 1941) se hace referencia a otros grupos indígenas no encomendados, definidos de manera generalizante como mocovíes o “del Chaco”, que comenzaron a atacar Esteco. Calificados de “enemigos” (Cabildo de Santiago del Estero [1686] 1926; Argandoña [1686] 1926) y claramente diferenciados de los grupos encomendados de los que en la sección anterior nos ocupamos, estos grupos altamente móviles realizan dos ataques directos a la ciudad: uno en 1664 (Mercado y Villacorta [1665] 1998) y otro en 1686 (Argandoña [1686] 1926). Estos ataques llevan a que se decida establecer en la plaza de la ciudad un fuerte (Porterie y Marschoff 2014). Su presencia y la continuidad de los ataques modificaron el carácter de Esteco y afectaron la composición de la población donde, como vimos en la sección anterior, comienzan a predominar los “blancos” sobre los indígenas encomendados. En las descripciones de esta época el monte y los indígenas “enemigos” se funden consolidando una atmósfera particular de esta ciudad:

“…y auiendo ido ala Iglesia Parroquial de esta dicha Ciudad vio solas las casas que se allan alrededor de esta Plaza y los Moginetes de otras que parecio haber que no se distinguían en el todo porlo montuoso que se alla esta Ciudad causa según parece para que el enemigo Mocoví consiga con las emboscadas que acostumbra los daños que SSa tiene noticia a llegado a hazerlo tras la Yglesia Parroquial de esta dicha Ciudad que esta enla Plaza Publica teniendo como tiene por frente el presidio y fuerte de esta dicha Ciudad y mucha parte dela Ciudad conlas casas caydas y otras sin que nadie las havite y para que en todos tiempos conste el estado en que su SSa halla dicha Ciudad mando al presente escribano que puesto en uno de los baluartes del dicho fuerte que esta en bastante altura reconozca lo que conla vista alcanze aber sinembarazo del monte que ciñe por todas partes esta dicha Ciudad..” (Argandoña y Salas [1686] 1943: 106).

Sin embargo, a pesar de estas descripciones desesperanzadoras y lúgubres y del hecho de que continuamente se sostenga que la ciudad estaba siendo abandonada, un pequeño núcleo de habitantes, especialmente los soldados pagos, seguía permaneciendo en el lugar de Esteco. Pero para cuando ocurre el terremoto de 1692 ese lugar ya no era una ciudad tal como las concebían sus contemporáneos, sino que se había transformado en un fuerte de frontera. Cabe preguntarse si el hecho de que hubiese sido alguna vez una ciudad no afectó las percepciones últimas que hemos citado, como si la gente y la propia materialidad de ese lugar se resistiesen a su cambio de carácter. Consideramos que el sentimiento de nostalgia que trasmiten esas descripciones finales terminó calando profundamente en la historiografía acerca de Esteco colaborando, a nuestro entender, en la construcción del mito de la ciudad opulenta que cayó en decadencia y finalmente “desapareció” (Herrera y Tordesillas 1615; Lozano [1745] 2010; Guevara [1764] 1882; Torre Revello 1943).

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

El relato que construimos en las secciones anteriores parece un simple relato de decadencia pero, leído en clave de movilidades es una historia de transformación y de tensiones entre apego y desapego a un lugar por parte de quienes en él habitaban o quienes por él transitaron. Consideramos que es posible mostrar cómo los diversos paisajes del lugar llamado Esteco, estuvieron afectados por las movilidades de la gente, pero también de otras cosas como el clima, las pestes, el ganado, la tierra, el agua, los edificios. Los paisajes, tal como se plasmaron en las representaciones redactadas en los documentos y construidas con distintos objetivos explícitos o implícitos y en base a percepciones acerca del arreglo material del lugar, ayudaron a consolidar las cambiantes atmósferas de Esteco como lugar. Nos parece que esas atmósferas “como se sentía” el lugar, una sensación a caballo entre representaciones y materialidades (Sheller y Urry 2006), son las que se trasmitieron a la historiografía y que generaron los relatos que cuestionamos al principio.

Revisemos entonces una a una esas atmósferas y los paisajes y lugares que las generaron. Las primeras descripciones del paisaje de Esteco transmiten una atmósfera que podríamos calificar de armónica, donde los aspectos negativos no se invisibilizan, pero se muestra que son superados. Coincide con un momento de estabilidad en la población compuesta por “blancos” e indígenas encomendados, cuya disminución es una de esas dificultades detectadas. Hacia la década de 1590 se registran las primeras descripciones negativas que comienzan a ser cada vez más frecuentes con el tiempo y para inicios del siglo XVII se indican y observan las primeras emigraciones desde Esteco hacia otros lugares que aún no conocemos. Durante ese período la producción cambia su orientación –de los textiles al ganado- es decir, la movilidad de los bienes que produce el lugar para la exportación y la fuente de ganancias de sus habitantes productores. También se hace cada vez más frecuente la mención de la intencionalidad de traslado, de migración, de un lugar que se describe como problemático a otro que en cambio es presentado con una atmósfera idílica, en una búsqueda intencional del contraste entre ambos.

Estas atmósferas contrapuestas nos indican la existencia de distintos paisajes para un mismo lugar. Ambas coexisten también durante los primeros años en que el traslado se efectiviza e hicieron que distintos grupos organizaran su movilidad en función de ellas –la llegada de los jesuitas a establecerse de forma permanente en 1617 y la posible emigración de una parte de la población que, si bien se listaba como residente, probablemente nunca llegó a trasladarse y decidió mudarse a otros lugares.

A partir de 1624 aproximadamente, comienza un período de emigración al que no se refieren las fuentes administrativas de forma directa. En ese momento muchas movilidades se pusieron en juego, además de las de personas. La tierra temblaba, las enfermedades que se propagaban y la llegada de hambrunas eran todas movilidades que planteaban serias dificultades a la permanencia y que generaron descripciones “lúgubres” del lugar de Esteco. Esta atmósfera se acentúa a partir de los ataques mocobíes, de 1664 en adelante.

Cuando la estructuración edilicia de la ciudad incluye un fuerte en el lugar de la plaza y cambia la composición de su población esa atmósfera muestra un único paisaje posible que, ya hacia el final de su historia, también incluye dejos de nostalgia, transmitida por los edificios abandonados y en ruinas como testimonios materiales de un pasado distinto, un pasado de “ciudad” y no de “fuerte”. Resulta interesante que durante esas décadas finales se mencione que los niños nacidos allí no sobrevivían a la infancia y si lo hacían eran “zonzos” (Altamirano [c. 1680] 1941). O sea que no sólo era una población que había cambiado su composición sino que además era incapaz de reproducirse. Sin embargo, el pasado de ciudad, con una población “normal”, era un pasado al que, como vimos en las citas, quienes circulaban por ahí se resistían a renunciar. Esa tensión aumentó, a nuestro entender, la negatividad de la atmósfera que se trasmite en los documentos escritos.

De este modo, no sólo las movilidades de las personas –migración y emigración, así como su deseo- constituían los paisajes y sus atmósferas, sino también las movilidades de otros actores como la tierra, el ganado, el monte, “los enemigos”, etc. También la atmósfera la constituye el pasado del lugar -y sus referencias materiales- y el cambio en la composición de la población.

Uno de los resultados de la elaboración de este artículo es que nos ha permitido, a través de la discusión de la historia de un lugar, comenzar a desenmarañar esas dinámicas. Por otro lado, nos ha puesto en alerta acerca de la complejidad del trabajo con las fuentes, sin embargo, consideramos que las herramientas metodológicas y los conceptos teóricos que aquí hemos puesto en juego permiten un abordaje crítico y, al mismo tiempo, operativo de las mismas.

En la dinámica de apego y desapego que detectamos plasmada en las atmósferas, el lugar se volvió móvil, además de un nudo de movilidades. Los cambios en esas movilidades y sus características constituyeron un lugar que se llamó de distintas maneras pero al que siempre se refirió como Esteco. Esperamos que lo expuesto hasta aquí también permita complejizar un poco el “lugar” que ha tenido en la historiografía del Tucumán colonial este caso, echando luz sobre la complejidad no sólo de esas sociedades, sino también de las dinámicas de nuestras experiencias y percepciones acerca de los lugares en general.

AGRADECIMIENTOS

Algunas ideas aquí vertidas fueron presentadas en una ponencia en 2015 en el marco del VI Congreso Nacional de Arqueología Histórica Argentina. Agradezco los comentarios suscitados en esa instancia por distintos colegas y, especialmente, a Luis Mafferra y los evaluadores de este artículo cuyas sugerencias han colaborado al resultado aquí plasmado. También agradezco las frecuentes charlas con mis compañeras de lectura de las fuentes de Esteco, Ana Paula Porterie y Julia Simioli y la dirección de Beatriz Bixio. Los desarrollos en esta línea de indagación se enmarcan en mi proyecto como investigadora de CONICET y en el trabajo conjunto con Melisa Salerno.

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