Tengo el agrado de presentar el número especial de la Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, titulado “Nuevos derroteros de la Arqueología marítima en Latinoamérica”. Cuando fui convocado por la Revista para editar un número sobre mi especialidad, propuesta que no dudé en aceptar dada la oportunidad que suponía para dar a conocer los avances en la materia, la primera decisión que debí tomar fue la de establecer los contenidos de la obra. La representatividad geográfica de los estudios que habría de incluir fue evidente, dado el propio alcance de la publicación. Sin embargo, no resultó tan sencillo definir el eje en torno al que podían orbitar las presentaciones. Luego de cavilar, me incliné por la posibilidad de dar cuenta del presente y futuro de la arqueología marítima en Latinoamérica. Decidí que, a diferencia de otras compilaciones, dedicadas a las investigaciones de profesionales consagrados, este podía ser el espacio ideal para dar protagonismo a aquellos jóvenes investigadores y estudiantes de posgrado que han mostrado un significativo crecimiento durante los últimos años, y que se perfilan como representantes del futuro de la especialidad en la región. En este sentido, la convocatoria estuvo centrada menos en un tema particular que en la búsqueda por exponer varios de los avances realizados desde la perspectiva particular de aquellos autores.
La arqueología marítima en Latinoamérica cubre un amplio abanico de temáticas, así como un extenso y diverso número de sitios, entre los que destacan ―las razones de ello están vinculadas con la historia de la navegación y el propio devenir de la especialidad― los naufragios históricos. A diferencia de otras regiones del mundo, las aproximaciones arqueológicas a temas náuticos se remontan a comienzos de la década de 1980. Durante varios años, sin embargo, estas mostraron un desarrollo relativamente limitado y circunscripto fundamentalmente al contexto mexicano. No fue sino hasta finales del siglo pasado que el ejercicio de la especialidad en Latinoamérica experimentó un notorio crecimiento, jalonado sobre todo por la consolidación de varios equipos de trabajo en diferentes países. Desde entonces, estos han experimentado derroteros singulares en materia de investigación, preservación y puesta en valor de los sitios.
La práctica profesional de cada lugar adquirió un matiz peculiar conforme a las particulares realidades sociales, económicas y políticas. De allí que podamos reconocer, en cada caso, el énfasis puesto sobre determinados asuntos: en México, los arqueólogos han hecho escuela en materia de gestión y manejo del patrimonio cultural sumergido, situación que en parte está reflejada en el cuantioso trabajo dedicado a la elaboración de la carta arqueológica de su territorio; en Colombia y Uruguay, donde los naufragios históricos han estado reiteradamente amenazados por las iniciativas de buscadores de tesoros, los profesionales debieron dedicar parte importante de sus esfuerzos a fortalecer la legislación vigente, concientizar y poner en valor el patrimonio en aras de su preservación; en Chile, a raíz de las extensas obras edilicias emprendidas en zonas costeras, son numerosos los estudios de impacto y trabajos realizados en el marco de la arqueología de contrato, que en más de una oportunidad dieron lugar a interesantes proyectos de investigación; en Brasil, los sitios de naufragio y la legislación sobre patrimonio subacuático —de la mano del acercamiento de los investigadores a la comunidad— han sido las principales preocupaciones dentro del ámbito académico, que destaca por haber mostrado un crecimiento significativo desde inicios del nuevo siglo; en Argentina, desde los inicios del ejercicio de la especialidad, tanto en el litoral marítimo como en aguas interiores, los equipos de arqueología se inclinaron hacia el desarrollo de proyectos de investigación en torno a diferentes tipos de sitios sumergidos.
Estos breves ejemplos, claro está, no pretenden reducir las trayectorias locales a determinadas actividades, ni agotan la realidad latinoamericana. Antes bien, ilustran la complejidad de la historia de la especialidad en la región. En varias ocasiones, cabe señalar, los investigadores se han nutrido de un mutuo aprendizaje producto de estrechas colaboraciones en proyectos con profesionales de diferentes países. Las trayectorias personales de los autores de este número son prueba de ello, y sus escritos constituyen una muestra de la diversidad de problemáticas estudiadas durante los últimos años.
Uno de los temas más intrigantes abordados desde la arqueología marítima en la región es el de la navegación desarrollada por las poblaciones indígenas antes de la llegada de los europeos al continente americano, así como las transformaciones que tuvieron lugar a posteriori, durante el período de contacto hispano-indígena, tanto en la tecnología como en las prácticas náuticas tradicionales. El arqueólogo chileno Nicolás Lira investiga esta problemática para la región de Patagonia septentrional, específicamente entre el río Bío-Bío y el archipiélago de Chiloé, de norte a sur, y desde las islas del Océano Pacífico hasta los lagos andinos patagónicos de las provincias argentinas de Neuquén y Río Negro, de oeste a este. Su estudio está cifrado en una mirada que combina la arqueología, la etnohistoria y la etnografía. Esta aproximación multidisciplinar le permite al autor afrontar con solvencia las dificultades que en la actualidad se derivan de la escasa evidencia material sobre este tipo de tecnología. Lo anterior cobra especial significancia teniendo en consideración que el análisis está centrado en los materiales utilizados en diferentes embarcaciones, a saber: balsas, canoas monóxilas y dalcas (piraguas). La conjugación de diversas vías de información (e.g. documentos históricos vinculados a exploradores, misiones, militares y otros actores sociales; entrevistas semi-estructuradas a constructores locales de ascendencia indígena; y análisis de la anatomía de maderas para la identificación de especie) permitió evaluar aspectos vinculados con los criterios de selección de las maderas empleadas en la construcción: el laurel y el coigüe. La revisión pormenorizada de los casos estudiados da cuenta del potencial de estos recursos para profundizar en la historia de la navegación indígena en los ambientes lacustres y ribereños, a la vez que deja entrever los interrogantes que aún persisten. En este sentido, no se puede exagerar al decir que la labor realizada por Lira durante la última década, aunada con la de otros colegas de ambas vertientes de los Andes, constituye uno de los pilares sobre los que se asentarán las futuras investigaciones en la materia.
El estudio presentado por Laura Carrillo discurre sobre las investigaciones arqueológicas realizadas en el marco de la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia (SAS-INAH) de México, área abocada desde 1980 a la protección, investigación y divulgación del patrimonio cultural sumergido de las aguas marítimas y continentales del país. Las labores realizadas en diversos sitios prehistóricos, especialmente aquellas focalizadas en contextos arqueológicos localizados en cenotes, han arrojado nueva luz sobre las actividades humanas en el territorio hace miles de años. Es asimismo notoria la riqueza mexicana en materia de arqueología náutica de tiempos históricos. Como resultado de las acciones de la SAS, se han localizado numerosos naufragios a lo largo de las costas atlántica y pacífica. En los últimos años, algunos de estos han sido objeto de trabajos de investigación documental, excavación, registro y análisis. Carrillo, en su artículo, se centra en los estudios llevados a cabo sobre un pecio del siglo XIX en el marco de un proyecto de gestión y manejo del patrimonio que yace sumergido en las aguas de Banco Chinchorro, Quintana Roo. El sitio, conocido como El Ángel, corresponde a los restos de un barco mercante de madera, con componentes estructurales de hierro, que transportaba una carga de palo de tinte. El estudio integral de los rasgos constructivos del casco, el cargamento y las fuentes documentales que hacen referencia a siniestros acaecidos en la zona, permitió realizar una adscripción en torno a la funcionalidad, época y procedencia aproximadas de la nave. Este sitio reviste interés para el estudio de la explotación y transporte (legal o de contrabando) de la tintórea a escala circuncaribeña y transatlántica. En materia de tecnología naval, dadas las características arquitectónicas del pecio, los resultados de su investigación permitirán contribuir al conocimiento del proceso de cambio que dio lugar al sistema de construcción mixta hacia la mitad del siglo XIX.
El artículo de Guillermo Gutiérrez está abocado al estudio de un naufragio que se inscribe en el período de transición de la vela al vapor. Este tema, escasamente estudiado en relación a la tecnología de los barcos de madera, resulta de sumo interés dadas las consecuencias que la referida innovación tuvo sobre las actividades navieras a escala mundial. Aunque existe profusa documentación histórica con respecto a la dinámica acaecida durante la segunda mitad del siglo XIX, desde una perspectiva arqueológica pueden abordarse de forma novedosa aspectos vinculados con las tradiciones constructivas, los procesos de experimentación y adaptación, el conocimiento y uso de nuevos materiales, y el impacto del cambio tecnológico en la sociedad, entre otros. La diversidad de situaciones que reflejan los naufragios da cuenta, en parte, de las múltiples actividades en las que estuvieron inmersos los barcos durante su vida operativa. A su vez, el análisis de sus restos puede aportar información valiosa para realizar interpretaciones que contribuyan a alcanzar una mirada más comprehensiva del contexto en que se construyeron y utilizaron. El artículo del autor se inscribe en el marco de sus investigaciones sobre naufragios de metal localizados en Puerto Madryn y alrededores, provincia de Chubut, Argentina. En esta ocasión, puntualmente, se enfoca en el estudio del casco y medio de propulsión del sitio conocido como la balandra Colomba, naufragada hacia 1935. A partir de sus análisis, Gutiérrez determinó que se trata de un barco de construcción metálica y propulsión mixta (vela y vapor). La relevancia de su trabajo yace no solo en el aporte realizado a nivel metodológico para la identificación de restos estructurales de naufragios de semejantes características, sino también, y ante todo, en la contribución al conocimiento en materia de tecnología naval y dinámica de innovación moderna.
El último de los artículos está firmado por Rodrigo de Oliveira Torres y Ramsés Mikalauscas Farherr, quienes realizan un recuento exhaustivo de las investigaciones desarrolladas en Brasil en torno a la arqueología marítima histórica. Este tipo de reseñas, por su carácter crítico, resultan fundamentales tanto para el estudiante que busca conocer la historia y avances de un campo de conocimiento al que se acerca por primera vez, como para el investigador que se ve llevado a reflexionar en torno a los pormenores de la práctica profesional, las problemáticas actuales de investigación y las lagunas en el conocimiento dentro del ámbito en el que se desempeña, entre otros aspectos. De allí la riqueza de contar, de cuando en cuando, con este tipo de trabajos de revisión académica. La cantidad y diversidad de estudios referidos por los autores, entre los que se incluyen artículos de difusión científica, tesis doctorales, disertaciones de maestría y licenciatura, libros y capítulos de libros, publicados entre 1970 y 2017, tomados en su conjunto, es prueba indeleble del peso que ha tenido la producción brasileña a nivel regional. Con fines analíticos, la información volcada en estos fue ordenada a nivel temático en seis categorías: naufragios; paisajes marítimos; patrimonio subacuático y legislación; teoría, métodos y técnicas; enseñanza; y arqueología de contrato. Siguiendo este criterio, se evaluó en términos cuali-cuantitativos el lugar relativo que ha ocupado cada uno de estos ejes temáticos a lo largo de la historia de la especialidad en las diferentes regiones del país. Además de evaluar el número de estudios publicados, que muestran un notorio despegue hacia mediados de la década del 2000, y entre los que predominan aquellos dedicados al estudio de pecios y a la legislación sobre patrimonio subacuático, los autores hacen mención del problema que supone en la actualidad la falta de una base de datos sobre naufragios accesible a la comunidad.
Las presentaciones tienen la forma de artículos originales. Por ello, a fin de cumplir con los estándares de calidad de la Revista, cada uno fue evaluado por un mínimo de dos evaluadores externos, especialistas en los temas sobre los que versan las contribuciones. Además, fueron sujetos a una revisión por parte del Comité Editorial.
Llevar adelante un número especial de estas características, por modesto que sea, no fue tarea sencilla. Por ello, en calidad de editor invitado, quisiera expresar un fuerte agradecimiento a aquellas personas que aportaron su tiempo en aras de cumplimentar este proyecto común. A los editores de la Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, con quienes compartí varios años de trabajo en los inicios de la publicación, por invitarme a coordinar un número dedicado a mi especialidad. Mi gratitud hacia Emanuel Montanari, en particular, que me acompañó en las labores de edición de este número desde que fue gestada la idea hasta su culminación. A los autores, por depositar su confianza en la Revista y mi persona al enviar sus contribuciones, por su paciencia y el hondo esfuerzo que han hecho durante el proceso editorial. A los evaluadores de los artículos, por el tiempo dedicado a la revisión de los estudios y sus valiosos aportes. Sus esfuerzos, junto al de los autores, obraron en pos de conseguir un resultado de calidad. A Marina Rañi, por su desinteresada ayuda con la traducción de los resúmenes en portugués; y a Ana Castelli, que se ocupó de la revisión de los resúmenes en inglés. A Jorge Manuel Herrera Tovar, colega y maestro, por sus valiosas sugerencias. Extiendo mi agradecimiento a los integrantes de la Línea de Arqueología Náutica y Subacuática de la Universidad de Cádiz, y muy especialmente a Manuel (Manolo) Bethencourt Núñez y Felipe Cerezo Andreo, por su amable recibimiento y permitirme finalizar la edición durante mi estancia de investigación en el Campus de Excelencia Intern acional del Mar (CEIMAR). A todos ellos, mi más sincero reconocimiento.
Con la convicción de haber reunido en este nuevo número de la Revista a varios de los profesionales de la región que marcarán el curso de la especialidad en los próximos años, deseo invitar a todos Uds. a disfrutar de los contenidos volcados en sus articulos.