En este artículo discutimos las formas en que los hábitos alimentarios se relacionaron con el proceso de construcción social de la diferencia en el interior de la comunidad esclavizada del Colegio de los Jesuitas de Campos dos Goytacazes (RJ). Para esto, analizamos los restos faunísticos provenientes de dos sectores de la referida barraca de esclavos ocupados durante el siglo XIX.
In this article we discuss the ways in which foodways can be related to the process of social construction of difference through the case study of the slave quarters of the Colégio dos Jesuitas, located in Campos dos Goytacazes, Rio de Janeiro. To do so we analyze the faunal remains from two distinct sectors occupied by enslaved families in the nineteenth century.
Neste artigo pretendemos discutir as formas como os hábitos alimentares relacionaram-se ao processo de construção social da diferença no interior da comunidade de senzala do Colégio dos Jesuítas de Campos dos Goytacazes (RJ). Para tanto, analisamos os restos faunísticos provenientes de dois setores da referida barraca de esclavos ocupados durante o século XIX.
Este artículo se propone discutir, a partir de los restos faunísticos exhumados en dos sectores de la senzala (alojamientos que se destinaban a la vivienda de los esclavizados) del Colegio de los Jesuitas de Campos de los Goytacazes (RJ), las formas en que la elección y preparación de alimentos se relacionaron con el proceso de construcción de identidades diferenciadas dentro de esa comunidad esclavizada.
Por involucrar tanto a la performance del comportamiento cultural como la incorporación literal de un material simbólico, la comida consiste en una poderosa expresión de identidad, tratándose por lo tanto, de un dominio con un gran potencial para estudiar esa dimensión fundamental de la naturaleza humana. Las prácticas de su producción, distribución, consumo y descarte están íntimamente vinculadas con las realidades políticas, económicas e ideológicas. Así, la alimentación proporciona oportunidades para que los grupos se conformen y auto-identifiquen. De este modo, las distinciones identitarias socialmente relevantes pueden ser comunicadas a través del acceso, la calidad de la comida, el orden en que los individuos son servidos, los utensilios que se utilizan en el acto de la alimentación y el arreglo del local donde se realiza el consumo (Twiss, 2007).
Sin embargo, según propone Landon (2009:92), el estudio de la identidad basado en los restos faunísticos es un ejercicio arriesgado, con excepción de los casos en los que las “prácticas dietéticas” son marcadamente diferentes e identificables, como es el caso de los contextos de las plantaciones. Tales contextos, nítidamente racializados, pueden ayudarnos a entender cómo las prácticas alimenticias y los restos faunísticos fueron empleados como herramientas de poder y estigmatización por el grupo dominante (Twiss, 2007). Por ejemplo, Crader (1990), al analizar el material zooarqueológico de la plantation de Monticello, localizada en la ciudad de Charlottesville, Virginia, identificó diferencias entre familias de cautivos que serían indicativas de las desigualdades de status identificados en el interior de aquella comunidad. Scott (2001) analizó los restos faunísticos de la Plantation de Nina, en Louisiana, para abordar las relaciones sociales y la estructura de poder en aquella plantación. Usando datos históricos y arqueológicos, demuestra que las posiciones económicas, legales y las preferencias alimentarias étnicas influyeron en el consumo de alimentos por parte de todos los grupos que ocuparon aquel sitio.
Para el caso del colegio de los Jesuitas de Campos de los Goytacazes, la investigación arqueológica en dos sectores opuestos de la senzala, principalmente correspondientes a ocupaciones del siglo XIX, permitieron recuperar una significativa muestra de restos faunísticos, compuesta de cerca de 6644 fragmentos. El análisis reveló divergencias importantes, que pueden ser indicativas de las diferencias de status mantenida al interior de la comunidad esclavizada y relacionadas, sobre todo, a las líneas del color de la piel, conforme indican las investigaciones documentales.
La región de Campos dos Goytacazes comenzó a ser colonizada a comienzos del siglo XVII. Sus habitantes nativos eran los indios Goitacá, que resistieron fuertemente la colonización. En este sentido, la implantación de las misiones jesuíticas sirvió tanto para catequizar como para facilitar la colonización de esta región. Hasta inicios del siglo XVIII la ganadería fue predominante,estableciéndose gradualmente el cultivo de caña de azúcar. En 1737, esta región poseía 34 ingenios que, como menciona el Marqués de Lavradio (1842:pp), producían azúcar “en mayor abundancia que los ingenios de la capital y su entorno”. En 1779, Campos dos Goytacazes poseía el 52% de los ingenios de toda la Capitanía y el 43,6% de la población esclavizada. Al final del siglo XIX eran 324 ingenios, correspondiendo a más de la mitad de los ingenios de azúcar de la Capitanía (Lara, 1988; Faria, 1998).
El colegio de los Jesuitas de Campos dos Goytacazes fue fundado a mediados del siglo XVII por los padres de la Compañía de Jesús, que desarrollaron, inicialmente, la actividad ganadera y posteriormente el cultivo y procesamiento de la caña de azúcar. Con la expulsión de los jesuitas de la colonia, en 1759, la propiedad pasó a ser controlada por la corona portuguesa. En 1781 el comerciante portugués Joaquim Vicente dos Reis remató la propiedad con “... todas sus pertenencias, casa, iglesia, ingenio, sus accesorios, esclavos, tierras, y todas las cosas y bienes que poseían los denominados jesuitas”(Guglielmo, 2011:27). En esa época, la hacienda mantenía casi 1500 cautivos, consistiendo en la mayor hacienda existente en Campos dos Goytacazes (Guglielmo, 2011:27).
Con la muerte de Joaquim Vicente en 1818, la propiedad fue heredada por su yerno Sebastião Gomes Barroso, casado con Joana Bernardina (Guglielmo, 2011:77-79). En 1843 la hacienda fue heredada por su hijo, el teniente-coronel Francisco de Paula Gomes Barroso (1822-1892) (Lamego, 1938:37), pasando después para su hijo, João Baptista de Paula Barroso. La hacienda permaneció en manos de los descendientes de Joaquim Vicente hasta su expropiación por el Estado. Su último propietario, João Batista Barroso, vivió en la hacienda hasta su muerte, en 1980 (Ferreira, s.d.). Hasta esa fecha, una comunidad descendiente directa de los cautivos que vivieron en la hacienda se mantuvo agregada a la propiedad, ocupando la misma área que conformaba la senzala desde el período colonial. En la actualidad, la sede de la propiedad abriga el Archivo Público Municipal de Campos dos Goytacazes, siendo una de las construcciones más antiguas de Campos dos Goytacazes.
En relación a la población esclavizada, en el año 1795, Couto Reis notificó que la propiedad mantenía 1482 cautivos, siendo 765 de ellos niños, 340 hombres y 377 mujeres (Reis, 1997 [1795]). Ese perfil era muy contrastante con el de las demás propiedades rurales de la región, que tendían a presentar una tasa mucho más elevada de hombres y un número reducido de niños. Es consistente, sin embargo, con un patrón de reproducción natural de la comunidad esclavizada sin la introducción de nuevos cautivos por el tráfico. En efecto, la tasa de legitimidad –de parejas casadas a través de la Iglesia– de esa comunidad era muy elevada, componiendo el 77% en el año de 1782 (Faria apud Guglielmo, 2011: 29). Guglielmo (2011: 29-30) observó que los matrimonios en este período (1782-1783) ocurrían casi íntegramente entre los miembros de dicha comunidad. De esta forma, al final del siglo XVIII la población esclavizada de la hacienda del Colegio estaba organizada por arreglos familiares, los cuales llevaron a tasas elevadas de reproducción natural. Así, en 1796, la hacienda mantenía casi 2000 cautivos (Guglielmo, 2011:29-30).
Sin embargo, a comienzos del siglo XIX, esa población comienza a declinar, totalizando en 1819 1550 cautivos (Saint-Hilaire, 1941: 416417). Para el año de 1843, eran 1111 cautivos listados en el inventario de Sebastião Gomes Barroso. Esa disminución intensa estuvo asociada muy probablemente al proceso de división de los bienes con motivo de la muerte de Joaquim Vicente dos Reis.
En relación al perfil demográfico, en 1843, esa comunidad estaba compuesta por 579 mujeres y 532 hombres. Tal equilibrio entre los sexos es consistente con una continuidad en el padrón de reproducción natural, el cual es sugerido por el gran número de niños y jóvenes con la indicación de los padres en el inventario. Existe una ausencia total de africanos en este documento, indicando la no introducción de nuevos cautivos a través del tráfico atlántico. Efectivamente, la información disponible sugiere que no hubo inserción de africanos en la hacienda desde la expulsión de los jesuitas en 1759. Esto significa que para finales del siglo XVIII, esa población ya era esencialmente criolla, en el sentido de haber nacido en la propia comunidad. Este patrón se mantuvo durante la primer mitad del siglo XIX y, muy probablemente, hasta la abolición de la esclavitud, en 1888.
Puede decirse que la comunidad esclavizada del Colegio se caracterizó por arreglos familiares endogámicos, por un alto grado de reproducción natural y por la no inserción de nuevos cautivos. Estos elementos resultaron en un perfil demográfico de género bastante equilibrado y discordante de las demás comunidades esclavas de la región, caracterizadas por una alta incidencia de centro-africanos, hombres y jóvenes (Soares, 2009). A lo largo de los siglos XVIII y XIX en el Colegio tuvo lugar un intenso proceso de criollización, así como la construcción de un fuerte sentido de comunidad entre la población esclavizada.
En lo que se refiere a la alimentación de los cautivos, se sabe que por lo menos desde el período de Joaquim Vicente dos Reis, fue común la manutención de campos para el propio cultivo. Guglielmo (2011) observa que en este período el propietario proveía alimentos y ropas para ellos y también les otorgaba un día de la semana, además del domingo, para trabajar en el sustento de sus familias. Esta posibilidad les concedía cierto grado de independencia económica, dado que los alimentos cultivados en los campos podrían servir no solamente para complementar la alimentación, sino que podían ser comercializados en los mercados locales o vendidos al propietario. Del mismo modo, los cautivos con habilidades especializadas, como albañiles, carpinteros y costureros, podían ejecutar servicios para la población libre.
Las investigaciones arqueológicas en el Colegio de los Jesuitas fueron realizadas en tres etapas en los años 2012, 2014 y 2016, durante el mes de julio de cada año, respectivamente. En este trabajo nos focalizamos en los contextos excavados en 2012 y 2014, ya que el material de la excavación de 2016 aún está en proceso de análisis. El propósito es proveer información general sobre los contextos.
En la primera etapa fueron contemplados dos sectores: uno de deposición de desechos relacionado a los ocupantes de la sede de la hacienda, situado cerca de 45 metros al noroeste de esta edificación y otro a 80 metros al norte de la misma, relacionado al extremo noroeste de una gran barraca de esclavos en forma de U situada al frente de la sede da hacienda. Originalmente, los extremos de la senzala ultrapasaban la línea de la pared frontal de la sede de la hacienda en aproximadamente 10 metros, formando una plaza de alrededor de 200 X 250 metros. En este segundo sector fueron abiertas dos áreas de excavación, la primera referente a un espacio de uso cotidiano atrás de la línea de la senzala (unidad este, NW8.1), en la cual fue evidenciada una estructura de combustión. La segunda (unidad oeste NW8.3), relacionada a un espacio destinado exclusivamente al descarte de desechos, el cual era regularmente cubierto con fragmentos de tejas (Figuras 1 y 2). Esas dos unidades totalizaron 48m2 de área excavada. Ambas fueron excavadas hasta alcanzar la base del depósito arqueológico, entre 20 y 50 cm. de profundidad.
De modo general, las lozas de la unidad Este apuntan a una ocupación concentrada en la primera mitad del siglo XIX, con un intervalo máximo entre 1760 y 1860, y un lapso más probable entre 1790 y 1850. Un intervalo más dilatado fue definido en la unidad Oeste, con las lozas indicando un período de depositación entre 1790 y 1820 en el nivel de la estructura de descarte de desechos y entre 1850 y 1860 para el nivel superior. El nivel entre 20 y 30 centímetros no fue considerado por presentar poco material (tabla 1).
En la segunda etapa de campo fue abierta un área de excavación inmediatamente detrás de la línea frontal de la senzala al sudeste del solar (figura 1). Fue marcada, inicialmente, una trinchera de nueve metros de largo por uno de ancho, orientada en sentido Oeste para Este. En la séptima cuadrícula de la trinchera fue identificada a los cincuenta centímetros de profundidad una mancha negra, evidenciada a partir de la abertura de una cuadra de 3 x 3m.
Se verificó que se trataba de una estructura de descarte, que fue excavada en el sedimento arcilloso y rellenada con residuos, incluyendo una gran cantidad de material orgánico (figura 2). Esta estructura mostró una conformación irregular y una superficie de base irregular, con una profundidad máxima de un metro en relación al nivel de superficie.
Esta área de excavación fue denominada como SE8.8. En relación a los niveles superiores de la misma, hasta los 30 centímetros de profundidad se verificó una intensa perturbación del suelo, ocasionada por la acción del arado pero también por la magnitud de la ocupación, que se extendió hasta inicios de la década de 1980. Los niveles entre 30 y 50 centímetros no llegaron a ser afectados por esta acción humana tardía, conteniendo material exclusivamente referente al siglo XIX. Por estos motivos, se optó por excluir el material de los niveles encima de los 30 centímetros en este análisis. Las lozas de la mancha negra indicaron un intervalo de depositación entre 1835 y 1860, y los dos niveles inmediatamente superiores (4/5) un intervalo entre 1850 y 1870.
El área de desecho de la sede de la hacienda se sitúa a aproximadamente 45 metros al noroeste de la misma. Fueron abiertas dos unidades de excavación,siendo también evidenciada una parte del descarte de desechos encubierto por fragmentos de tejas (figura 2). El nivel arqueológico se extendió hasta los 50 centímetros de profundidad. Las lozas muestran un período de depositación continuo, entre 1820 y 1890.
La identificación del material faunístico fue realizada con base en el atlas de morfología dentaria de Hillson (2005) y el atlas osteológico de France (2008). Contamos también con la ayuda de Mário Alberto Cozzuol del Departamento de Zoología de la UFMG y Germán Arturo Bohórques, del Departamento de Morfología de la UFMG, así como de los biólogos Rodrigo Parisi Dutra y Marcelo Greco.
Se buscó identificar el nivel taxonómico más próximo posible de la especie, que en la mayoría de los casos consistió en la familia, siendo el género y el orden identificados en raras ocasiones. Cuando fue posible, también fueron realizadas estimaciones de la edad a partir del análisis del desgaste de los dientes y de la fusión de los huesos. Posteriormente a la identificación, se cuantificó el número de piezas identificadas (NISP number of identified specimen). Según este enfoque cuantitativo, cada hueso o fragmento de hueso es considerado como representando un animal, lo que puede llevar a un sobredimensionamiento de la representatividad de la muestra. Sin embargo, para el caso en cuestión, la validez de este abordaje se debe al hecho de que los cautivos, como será discutido más adelante, recibían cortes específicos de animales domésticos de los propietarios. En este sentido, el NISP permite contabilizar de una forma más consistente las partes de los animales que fueron más intensamente consumidas.
Debido al alto grado de fragmentación de la mayor parte de la muestra, que dificultó la identificación de la lateralidad de los huesos, que sería fundamental para el cálculo del número mínimo de individuos (MNI), optamos por utilizar los dientes como criterio definitorio para el análisis cuantitativo de las familias. En este caso, las mandíbulas presentes en la muestra fueron consideradas como unidades. A pesar de que esta cuantificación presenta un riesgo de no estar representando la significación numérica de cada familia identificada, observamos que existe correlación entre la popularidad de los dientes con las demás partes óseas referentes a cada familia presente en la muestra. Los peces fueron cuantificados separadamente de los demás animales. En este caso, la cuantificación fue hecha también por el NISP, siendo considerados, sin embargo, todos los huesos presentes en la muestra.
El análisis comparativo de los dos sectores de la senzala muestra el consumo de las mismas familias de animales, con excepción de los armadillos (Dasypodidae) y sapos/ranas (Anura), solamente presentes en el área SE (tabla 2).
Cabe destacar que la presencia de roedores (Rodentia) y de armadillo (Dasypodidae) podría haber sido intrusiva, dado que fueron encontrados pocos huesos de esos animales. Por otro lado, el único hueso identificado de sapo o rana (Anura) presente en la muestra presenta señales de haber sido cocido a baja temperatura, la identificación está basada en los parámetros descubiertos por Ana Solari y colaboradores (2015), según el cual es posible determinar la cocción de baja temperatura en huesos arqueológicos. Estos parámetros son los siguientes: los huesos cocidos a baja temperatura se vuelven más lisos, más densos, con una apariencia vítrea, y amarilla. De hecho, se identificó diferencias en los huesos que presentaron algunas de características descriptas (Solari et al., 2015).
Algunos huesos de la muestra del Colegio demostraron apariencia vítrea y color más amarillo y más lisos que otros huesos de la muestra.
A pesar de que los grupos que ocuparon los dos sectores de la senzala tuvieron acceso a básicamente los mismos animales, existen nítidas diferencias en la frecuencia del consumo entre los mismos (Figura 3). Así, en el área SE, casi 50% de la muestra es representada por suidos, seguido por bóvidos (38,64%), con un bajo porcentaje de las demás familias. En el caso del área NW, los bóvidos son levemente más frecuentes que los suidos, sin embargo, se destaca la importancia de la fauna silvestre (16,07%), que constituyen una proporción casi tres veces superior a la de esta categoría en el área SE (5, 94%).
A pesar de que el consumo de bóvidos fue levemente inferior en el área SE, cabe destacar que los huesos de esa familia presentan una mayor variedad de cortes que la verificada en el área NW. En esta última los bóvidos están representados sólo por los huesos inferiores de las patas (falanges, metatarsos y metacarpos) y por vértebras, los cuales constituyen los cortes más pobres en carne de estos animales. En el área SE, a pesar de que los huesos dominantes pertenecen a estas categorías, también están presentes, aunque en menor número, fragmentos de fémur, húmero y huesos pélvicos. La exclusividad de estos cortes en el área SE puede ser indicativa de un cierto privilegio concedido a este grupo por los propietarios en la distribución de la ración o de una mayor inversión de los propios esclavizados en conseguir carnes de mejor calidad en algunos momentos del ciclo de vida de este grupo.
La ausencia de dientes de la familia Canidae en el área SE llevó a que ésta no sea representada en la figura 3. Fue identificada, sin embargo, una gran proporción de huesos de esta familia (vértebras, escápula, metacarpos, falange y fémur), probablemente de un único individuo.
Las diferencias más marcadas entre las dos áreas implican, por lo tanto, un posible consumo mayor de suidos en el área SE y un mayor énfasis en la caza en la NW.
Los esclavizados podrían adquirir animales silvestres y los peces en el mercado y/o a través de la caza. Pero, los (pocos) relatos historiográficos (Scarano, 1994; Frieiro, 1996) muestran que muchas veces los cautivos o cazaban o pescaban cuando tenían la oportunidad diversificando la alimentación proveniente del señor de esclavos, práctica esta no condenada por el señorío, y que era estimulada por disminuir la responsabilidad del señor respecto a la alimentación de los cautivos. Existe, además, otra diferencia importante que no está expresada en el gráfico y que se refiere a una presencia sensiblemente superior de vértebras de pez en el área SE, donde totalizan casi 60% del total de esa categoría. La obtención de peces puede haberse realizado a través de la pesca realizada por los propios esclavizados en los ríos y lagunas en la región del entorno del Colegio, aunque las hipótesis de adquisición por el comercio o como ración concedida por los propietarios no pueden ser descartadas. En el caso de la pesca realizada por los propios esclavizados, ésta podría involucrar el uso de trampas, que demandan una menor inversión de tiempo.
En relación a los animales silvestres su presencia se puede observar en más detalle en la figura 4. Como puede ser observado, los ocupantes de ambas áreas privilegiaron los jacarés (Alligatoridae) en relación a las demás categorías, seguidos por zarigüeyas (Didelphidea).Este último es un animal de hábitos nocturnos, por esta razón, es posible que haya sido cazado mediante el uso de trampas, ya que probablemente existieron restricciones con relación a la movilidad de los esclavos durante la noche por los alrededores de la hacienda.
En América del Norte, la carne de zarigüeya era muy apreciada por parte de los esclavizados (Asher y Fairbanks, 1971). En la comunidad descendiente de la senzala del Colegio dos Jesuitas, la caza y el consumo de la carne de zarigüeya se mantuvo hasta mediados del siglo XX, conforme el relato recogido por Fernando Myashita (en el prelo) de un ex-habitante de la comunidad de nombre Rubens.
En las senzalas de las plantations en los Estados Unidos y el Caribe se verifica la recurrencia de vestigios de determinadas especies de mamíferos, aves y peces, tanto domésticos como silvestres (Ascher y Fairbanks, 1971; Crader, 1991; Klippel, 2001; Lev-tov, 2004; Heinrich, 2012; Wallman, 2014). Suidos y gallináceos son los tipos de animales más consumidos. La caza es representada por animales de pequeño porte, como marsupiales y de medio porte como venados y jacarés. También existe la presencia de animales acuáticos, como peces y moluscos. Es interesante observar que todas esas categorías, con excepción de gallináceos, están representadas en la senzala del Colegio dos Jesuitas, lo que sugiere similitudes tanto en las formas de manejo de las plantaciones relacionadas a la alimentación provista a los cautivos, como en las prácticas de obtención de recursos faunísticos, especialmente silvestres, por parte de estos últimos.
En los contextos esclavistas por encima de la línea del Ecuador, las investigaciones demuestran que los animales domésticos, representados por los bóvidos, suidos y caprinos, eran frecuentemente suministrados por la administración de la hacienda. Generalmente, los cortes provistos a los esclavos pertenecían a los huesos inferiores de las patas y las cabezas de estos animales. De acuerdo con Klippel (2001) y Lima (1989), estas son justamente las partes más pobres en carne y de menor valor nutricional. Como forma de potenciar el valor nutritivo de estos cortes, los cautivos podían quebrar los huesos para aprovechar el tuétano. Cabe recordar que en el caso del Colegio dos Jesuitas, estas partes de los bueyes y cerdos también son las de mayor representación en las senzalas. En este sentido, es posible que el alto grado de fragmentación de los huesos de la muestra sea causado por la práctica de la fractura para el aprovechamiento del tuétano.
Wallman (2014) también observa en plantations en islas de Barbados e Martinique una presencia esporádica de huesos de caballos, sugiriendo que los cautivos podrían haber consumido aquellos que morían por causas naturales. Del mismo modo, en la muestra del Colegio existe una reducida proporción de huesos de caballos, que también sugieren un consumo esporádico.
La caza y pesca eran actividades extremadamente importantes para los esclavizados, pues eran formas de conseguir alimentos a través de sus acciones independientes, de modo a complementar y variar su dieta (Lev-Tov 2004). Ascher y Fairbanks (1971) mencionan que una clasificación importante para los cautivos en el período colonial era la división del alimento distribuido por el señor y el alimento obtenido por ellos mismos. Después de todo, el suministro de animales domésticos por parte de la casa grande no necesariamente significó una mayor variedad de alimentos para los cautivos que residían en esas plantations, ya que implicaba un mayor control sobre la alimentación de esos grupos. Por lo tanto, los alimentos cazados y pescados poseían un mayor prestigio (Slenes 2011). Luís da Câmara Cascudo (2011) nos recuerda que entre las sociedades africanas la caza era, además de un trabajo, un divertimento que inspiraba orgullo y dignidad.
Lev-Tov (2004) observa que entre los animales silvestres cazados por los esclavizados en América del Norte, los más comunes en los espacios de las senzalas eran los jacarés, zarigüeyas y lagartos. Como fue mencionado anteriormente, en el Colegio dos Jesuitas ese patrón prácticamente se repite, aunque la presencia de lagartos sea menos frecuente y solamente representada en el área SE por sapos/ranas. El jacaré, es un animal bastante próximo al cocodrilo y que según Cascudo (2011), fue tradicionalmente consumido por las poblaciones nativas de África. El énfasis en el consumo de jacaré en las áreas de la senzala del Colegio puede remitir, así, a hábitos de consumo y técnicas de caza ancestrales por parte de los descendientes de africanos.
Para cazar los jacarés, los esclavizados tendrían que explotar las lagunas de la región, que son hábitats naturales de estos animales. Coincidentemente, una de las lagunas próximas al Colegio dos Jesuitas aun lleva el nombre de Ururaí, que significa jacaré en Goitacá, idioma de los indígenas que vivían en la región antes de la colonización. Esto indica también que por lo menos algunos cautivos tendrían cierta autonomía para desplazarse por la región. Esta movilidad es también sugerida por la presencia, en los contextos de la senzala, de conchas de mariscos. Aunque los peces podrían haber sido pescados en los ríos y lagunas próximos a la propiedad, este no fue el caso de los mariscos, que consisten en un recurso recolectado a la vera del mar, la cual se sitúa a 30 kilómetros del Colegio. El acceso a este tipo de recurso podría haber sido posible a través del comercio con pescadores o por la acción de determinados miembros de la comunidad esclavizada que tendrían condiciones de circular, por lo menos, sesenta kilómetros entre la jornada de ida y vuelta.
Además de la caza, tenemos conocimiento por la historiografía de que los cautivos criaban algunos animales domésticos, hecho también observado a partir de las investigaciones arqueológicas. Algunos propietarios suministraban alimentos a los esclavos, en cuanto otros los incentivaron a plantar, cazar y preparar su propio alimento (Wallman, 2014). En Brasil no era diferente; Ciro Cardoso (1987) abordó la cuestión de los señores que concedieron lotes para sus esclavos para la producción de alimentos para consumo propio, lo que él denominó como “brecha campesina”. La ganadería por parte de los cautivos estaría directamente relacionada con el cultivo de un campo propio, dado que solamente aquellos que plantaron para sí podrían disponer de alimento para animales como gallinas y puercos.
Para el caso del Colegio, sabemos que los cautivos por lo menos desde el tiempo del primer propietario, Joaquim Vicente dos Reis, utilizaban el domingo para producir el sustento propio. Sin embargo, las evidencias arqueológicas no apoyan la hipótesis de que éstos criaron animales para ser consumidos como alimento, ya que existen raros casos en la muestra estudiada de animales completos o con la mayor parte de los huesos del esqueleto representada. Por el contrario, conforme lo discutido, las partes predominantes son las más pobres en carne, tanto de vacunos y cerdos, como patas, vértebras y mandíbulas, lo que sugiere que recibían cortes específicos en forma de ración concedida por los propietarios.
Después de la abolición esto parece modificarse. En la entrevista realizada por Myashita (en el prelo), Rubens relata que a mediados del siglo XX, había cría de puercos y gallinas en la comunidad y que éstos eran animales consumidos en los tiempos en que la carne de matadero era más cara y los recursos más escasos. Él informa también que las familias se ayudaban unas a las otras, cuando se mataba un cerdo, por ejemplo, éste era dividido con las demás familias de la comunidad. Este cambio puede relacionarse al hecho de que después de la abolición, el propietario de la hacienda no se haría responsable por aprovisionar a los que ahora serían sus empleados.
Había aún otros medios de suplir la escasez de alimentos. Al analizar las edades de los animales domésticos, algunos arqueólogos notaron que la mayoría era sacrificado en edad adulta, aunque una pequeña parte indicada por la presencia de huesos no fusionados, era aprovechada en edad más temprana (Crader, 1990). Es común encontrar algunos vestigios de animales jóvenes en el contexto de la senzala. Una explicación para este hecho podría ser que éstos eran robados, dado que sería incoherente en términos económicos sacrificar un animal criado por los cautivos aun en su infancia (Young, 1997). De hecho, existen varios relatos de señores reclamando el robo de animales por los cautivos.
En el Colegio, esa práctica también podría haber acontecido, dado que existe una pequeña muestra de animales jóvenes, entre ellos caprinos y suidos. Esto parece haber sido más frecuente en el área NW que en la SE, pues en la primera fueron identificados 21 huesos no fusionados de animales mientras que en la segunda, sólo 12. Coincidentemente, la práctica de robo de la producción de los propietarios por los cautivos, es relatada por los cronistas de la época como siendo bastante recurrente (Friero, 1996).
La presencia de huesos de cánidos en las dos áreas de la senzala es también coherente con información de que en algunas de las plantations los cautivos podían tener perros (Frieiro, 1966), lo que también fue común en América del Norte (Fairbanks, 1971). Estos animales serían buenos aliados en la práctica de caza, sin embargo, podrían haber sido utilizados como alimento, dado que, como nota Cascudo, era habitual el consumo de perros entre las sociedades africanas, siendo su carne considerada como un plato fino en toda la Costa del Oro.
Hasta el momento, las implicaciones de los patrones de consumo de carne de los cautivos del Colegio fueron consideradas a partir de una perspectiva sincrónica, con foco en las similitudes y diferencias generales entre las muestras de las áreas NW y SE. Cabe ahora considerar las implicaciones diacrónicas de esta variabilidad. En la figura 5 puede observarse las variaciones en la frecuencia de las categorías presentes en las diferentes niveles de las dos áreas. Para este caso, optamos por mantener las dos niveles del área SE en la extrema derecha del gráfico, de modo que las similitudes y diferencias sean mejor visualizadas en relación a NW así como también su propia variación diacrónica.
El primer aspecto a destacar es la oscilación en la cantidad de suidos y bóvidos durante los diferentes períodos. Esta variación refleja las elecciones de los propietarios en relación al suministro de la ración de los cautivos, pues tanto bóvidos como suidos eran criados en grandes rebaños en el Colegio. Para el área SE se observa una disminución de suidos y un aumento de bóvidos en el segundo período de ocupación. Es justamente en este período tardío que se verifica también la mayor diversidad de huesos de bóvidos, representados, además de las patas, por huesos más ricos en carne, como fue discutido anteriormente. Conjuntamente a ese aumento en la cantidad/diversidad de carne vacuna, en ese contexto se produce un fuerte aumento en la presencia de vértebras de pez (Figura 6), las cuales consisten en un 96% de los vestigios de peces presentes en esta área. La pesca es una actividad que demanda una mayor cantidad de tiempo para ser realizada, además de un desplazamiento a los riachos, lagunas o hasta el mar. Esto sugiere que el grupo del área SE puede haber tenido más oportunidades de locomoción en la región, al contrario del grupo del área NW que aparentemente tuvo sus posibilidades de circulación más restringidas en el período de ocupación más tardía de aquella área, como lo sugiere la fuerte disminución de pez y la gran disminución en la diversidad de caza que, aparentemente, pasa a restringirse a las zarigüeyas (Figura 7).
Cuando contrastamos la frecuencia de animales silvestres (Figura 7) con aquella de los peces (Figura 6), verificamos que los dos períodos intermedios del área NW corresponden al máximo de la diversidad de carne de caza y pesca. Esto indica que en este período los ocupantes de esta área tuvieron acceso a recursos más diversificados que en el período más tardío de la ocupación, el cual habría estado marcado por una menor diversidad y por la presencia de patas de bóvidos distribuidas por los propietarios como la principal proteína animal consumida por ese grupo.
El material zooarqueológico sugiere que mientras el grupo del área SE conquistó espacios de autonomía relacionados a la pesca y al acceso de cortes de carne vacunos de mejor calidad, aquel del área NW tuvo restringida su área de actuación/asignación de recursos a través de la caza/pesca. Junto con la pérdida de esos espacios de autonomía, se verifica un deterioro en las condiciones materiales de vida de este grupo en ese período, evidenciada por una mayor dependencia de cerámicas de producción local y por la predominancia de loza de menor costo disponibles en el mercado (Symanski, 2014: 97).
Las diferencias entre los restos faunísticos y los bienes materiales de estas dos áreas apuntan a grupos con condiciones materiales de vida marcadamente diferentes viviendo en el espacio de la barraca de esclavos. De esta forma, es necesario concentrarnos en las implicaciones de esas diferencias en términos identitarios y de organización social.
En términos generales, las diferencias entre el material óseo de las áreas NW y SE de la senzala del Colegio dos Jesuitas implican un énfasis mayor en la caza en la primera y en la pesca en la segunda. Se observa también que en el mismo período en que el consumo de peces aumentó sensiblemente hubo un acceso mayor a cortes de carne vacunos de mejor calidad en el área SE. No es solamente en el dominio de los restos de alimentación que las divergencias entre las dos áreas se expresa. Existen también nítidas diferencias cualitativas entre las lozas utilizadas en el período tardío (1850-1870). Mientras que en el área SE existe una predominancia de la loza fina impresa y de otras lozas decoradas, en el área NW, las lozas finas blancas de menor valor son predominantes en todos los niveles (Symanski en prensa). Cabe destacar que las evidencias sugieren fuertemente que los cautivos del Colegio tuvieron posibilidades de comprar sus propias lozas, conforme lo discutido en Symanski (En prensa).
Esa diversificación material de la barraca de esclavos SE en el período tardío sugiere un cambio en las concepciones estéticas de los esclavizados de esa área y que aparentemente se aproxima a aquella de la sede, con un fuerte énfasis en las lozas impresas, que eran las más caras disponibles en el mercado. Si consideramos que la cultura material actuó en el mantenimiento de fronteras sociales entre esos grupos, podemos concluir que en el contexto tardío de la barraca de esclavos SE, la opción por lozas con una estética compatible a la de la sede de la hacienda puede ser indicativa de una tentativa, por parte de los esclavizados, de disminuir las fronteras sociales con la casa grande. Por lo tanto, tales adquisiciones podrían consistir en un esfuerzo del grupo en cuestión por diferenciarse materialmente en el espacio de la barraca de esclavos, afirmando gustos y comportamientos distintos.
Las investigaciones documentales sugieren que en la barraca de esclavos del Colegio ocurrió una segmentación a lo largo de las líneas del color de la piel, entre criollos (de ascendencia africana directa), cabras (de ascendencia indígena y africana) y pardos (de ascendencia africana y portuguesa). De estos tres grupos, los pardos, que eran minoritarios en la senzala (18%), fueron los que mantuvieron el mayor grado de endogamia, casándose entre sí en tres cuartos de los casos. Eran también los pardos los únicos elegidos como servicio doméstico en la sede de la hacienda. Así, el color de la piel consistió en un principio estructurante de la organización de la senzala de modo que los cautivos adoptaron esas categorías de color de piel como una característica de sus identidades (Symanski, en prensa).
De este modo, las diferencias entre las dos áreas de la senzala sugieren que esos grupos estaban manteniendo distintas formas de auto-expresión material, buscando en la medida de lo posible, consumir alimentos diferentes con el uso de lozas diferentes. Esas divergencias son también evidenciadas en las pipas de cerámica y decoraciones de esas áreas (Suguimatsu, 2016). Es bastante probable que esas expresiones materiales de la diferencia en el espacio de la barraca de esclavos estuvieran vinculadas al principio estructurante de las líneas de color de piel. En este sentido, la aproximación estética de la barraca de esclavos SE en el período tardío con la casa grande puede referirse a esclavizados domésticos pardos ocupando aquel espacio. Esos esclavizados podrían usufructuar de ciertos beneficios en la barraca de esclavos, como el acceso a alimentos de mejor calidad, un mayor grado de movilidad y posibilidades de trabajo propio que les permitieron una renta suficiente para comprar items de mejor calidad.
Argumentamos, en este artículo, que las diferencias evidenciadas en los vestigios faunísticos de las dos áreas de la barraca de esclavos del Colegio de los Jesuitas están relacionadas con las formas de auto-expresión distintivas de los grupos al interior de este espacio. Esas divergencias involucraron tanto las lozas usadas durante las comidas como los alimentos consumidos. El color de la piel fue considerado por los señores como un elemento determinante en la caracterización de la diferencia en la senzala. Este principio parece haber sido incorporado por la comunidad que habitaba en ella, debido al alto grado de endogamia verificado sobre todo entre los pardos. En este sentido, el acto de consumir peces en platos de lozas impresas antes que consumir zarigüeyas en platos de lozas blancas consistió en una poderosa forma de afirmación social de un determinado grupo dentro de aquella comunidad.
Agradecemos a Matilde Lanza por la invitación a participar del dossier, a Jimena Cruz e Aníbal Carvalho de Godoy por la traducción, a Fernando Silva Myashita por la adecuación de las normas editoriales, a Lara Espechit por la ayuda en el análisis del material óseo. Agradecemos especialmente a Mário Alberto Cozzuol, del Departamento de Zoología de la UFMG y a Germán Arturo Bohórques, del Departamento de Morfología de la UFMG, así como a los biólogos Rodrigo Parisi Dutra y Marcelo Greco por el inestimable auxilio en la identificación de los restos faunísticos.
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